Mariela Castro defiende fuera de Cuba el sistema castrador de libertades
castrista, y actúa hoy como agente blanqueador de todo lo que resulta
nefasto para los cubanos.
Joan Antoni Guerero/ Especial para martinoticias.com 16 de junio de 2011
Se acerca el 28 de junio y en ciudades de todo el mundo se preparan las
manifestaciones del orgullo gay para recordar los atropellos padecidos
históricamente por una comunidad sobre la que hoy todavía pesan muchos y
variados estigmas. La normalidad que la homosexualidad ha alcanzado en
muchos países, en los que los derechos de las personas homosexuales se
equiparan cada vez más a los de las heterosexuales, ha hecho que hoy la
mayoría de manifestaciones se celebren en un ambiente festivo y sin
exceso de dramatismo, a pesar de que perduran muchos motivos para seguir
reclamando y lugares en los que todavía hay muchos que secundan los
prejuicios.
Este año en Cuba se llega a la fecha del 28 de junio con un anuncio
interesante a la vez que inquietante: la convocatoria alternativa de una
manifestación del Orgullo Gay en el Paseo del Prado, en La Habana,
realizada por una organización que se sitúa en los márgenes del aparato
estatal.
Aparentemente la convocatoria no deja de ser una noticia que debería
alegrar a una de las principales promotoras del discurso a favor de la
diversidad sexual en la Isla, Mariela Catro, hija y sobrina de Raúl y
Fidel Castro. Paradójicamente, los dos son hoy una especie de residuo
tóxico de la Guerra Fría que, con sus emisiones, siguen enturbiando el
entorno en Cuba y provocando un bloqueo al acceso de los cubanos a un
sistema de libertades públicas.
En un sistema de ese tipo una concentración como la que pretende llevar
a cabo un grupo de gays independientes en La Habana tendría toda la
legitimidad del mundo, entraría dentro de lo que es la normalidad. Pero
en un país como en Cuba, país donde el partidismo de la vida pública es
la norma establecida e inamovible, resulta realmente poco probable que
la convocatoria se pueda desarrollar con esa misma ideal normalidad.
Como tampoco es poco probable que quien promueve desde las instituciones
la diversidad sexual, es decir, Mariela Castro, salga en defensa de esa
otra libertad de los cubanos, esa que va mucho más allá de un asunto de
alcoba. ¿Y por qué no es probable? Pues porque hemos visto a Mariela,
una y otra vez, defendiendo fuera de Cuba el sistema castrador de
libertades castrista, porque hemos comprobado una y otra vez como esta
mujer actúa hoy como agente blanqueador de todo lo que resulta nefasto
para los cubanos. Su objetivo es seguir afianzando la legitimación de
una dictadura a través de su supuesto carácter gayfriendly, abierto y
plural, eso sí, única y exclusivamente en lo sexual. Aunque aquí también
hay, como no, trampa.
Esta imagen que se pretende proyectar falla por muchas razones. Para
empezar la Cuba resultante al final del camino de esta Revolución
castrista no es la de un país en la que los gays sean respetados.
Regularmente leemos informaciones de fuentes independientes con datos
sobre arrestos arbitrarios por parte de la policía, sobre una crónica
transfobia que conduce a muchas personas transexuales a cárceles
inapropiadas donde son sometidas a violencia física y psicológica. Y
obviamente falla porque se proyecta una artificiosa imagen de
civilización y respeto a las minorías sexuales cuando no está resuelta
la convivencia de diferentes formas de pensamiento. No está resuelta ni
se considera que sea una cuestión a resolver porque no sea acepta que
tenga que existir esa diversidad en el plano ideológico y político.
Sobre la base de un partido único y de una ideología única, sin fisuras
ni disensiones, es imposible construir un entorno sostenible para la
diferencia, a no ser que esta diferencia asuma las condiciones
impuestas, es decir, que sea asimilada por el totalitarismo. Los
diferentes entonces, sean en el campo sexual o político, ejercen su
diferencia bajo una condición ideológica. Es esa condición ideológica
que pone en evidencia toda la falsedad de las apariencias que el
castrismo pretende guardar.
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