miércoles, 15 de mayo de 2013

Cuba/Homofobia: Nunca es demasiado tarde

Cuba/Homofobia: Nunca es demasiado tarde
mayo 14, 2013
Por Yusimí Rodríguez

HAVANA TIMES — Aunque la actividad que cada año se realiza en el
Pabellón Cuba, dentro de la Jornada contra la Homofobia, es
principalmente un espacio de alegría y libertad, no es solo diversión lo
que encontramos allí.

Este sábado, en un pequeño espacio del Pabellón, tuvo lugar el Foro de
Teología de la Liberación, que apoya temas de diversidad sexual,
organizado por el Centro Martin Luther King y el Grupo de Reflexión
Arnulfo Romero, y dirigido por la Pastora Daylin Rufin.

Entre quienes compartieron sus experiencias con los presentes, estuvo
Jane Hardin, llegada a nuestro país desde el Sur de los Estados Unidos,
donde "no hay gays, o al menos eso pensaba yo", según sus propias
palabras, para participar en el desfile de la mañana.

Esta mujer, tras treinta años de matrimonio, del que tuvo dos hijas, "me
encontré a mí misma, me divorcié y empecé a vivir con mi compañera. Soy
lesbiana hace dieciocho años. Nunca es demasiado tarde".

No puedo explicar cómo me conmovió la valentía de esta mujer. Si difícil
es para una persona joven pasar por encima de los prejuicios sociales,
las presiones familiares, para asumir su orientación sexual, cómo puede
haber sido para esta mujer casada y con hijas grandes. Para ellas ha
sido sencillo aceptarlo, me contó más tarde, precisamente porque son más
jóvenes.

Trataba de recordarme las palabras de esta mujer más tarde, cuando la
actividad llegaba a su fin y las personas se retiraban del Pabellón, de
regreso a las burlas, los prejuicios, las actitudes discriminatorias,
los patrones machistas y patriarcales.

Intentaba repetirme que incluso para toda una sociedad, puede no ser
demasiado tarde, aún cuando se trata de cambiar una mentalidad enraizada
por siglos. Pero se me hace difícil cuando escucho y leo, incluso en HT,
afirmaciones que me asustan, como que el matrimonio homosexual no debe
permitirse porque conduciría a la extinción de la raza humana.

Sería risible, de no ser tan triste. Nos hemos vuelto tan capaces de
convivir con la idea de las guerras, la hambruna de muchos habitantes
del planeta, que no perdemos el apetito al ver esas noticias en la
televisión. O simplemente las ignoramos. Damos poca importancia al tema
del cambio climático.

Pero la idea de que un grupo de personas pueda ejercer el derecho de
contraer matrimonio con quien lo deseen, resulta aterrador. ¿Cuántas
personas mueren, o dejan de nacer, a causa de las guerras, las
catástrofes naturales, el hambre? ¿Cuántas personas murieron en los
campos de concentración durante el fascismo? ¿Alguien piensa seriamente
que el planeta estaría fuera de peligro sin homosexuales?

La homosexualidad no está divorciada del deseo de formar una familia. No
es a causa de la homosexualidad que han disminuido los nacimientos en
Cuba. Muchas personas homosexuales quisieran hacer uso de la
inseminación artificial o adoptar niños.

Muchos afirman aún que el matrimonio es una institución religiosa. Creo
que hasta los heterosexuales deberían empezar a preocuparse. Quiero
decir, ni siquiera ellos deberían tener el derecho de casarse por vía
civil. Solo los cristianos deben tener ese derecho. Siento pánico ante
quienes se escudan en Dios para negar un derecho.

Pero más me divierten quienes afirman que la aceptación del matrimonio
homosexual y de esta orientación sexual como "normal", es un mal ejemplo
para las jóvenes generaciones. Me pregunto si les preocupa igual la
violencia en las películas que ven esas mismas jóvenes generaciones. ¿No
les asusta el modelo que pueda estar forjando para ellos?

Hay tanto miedo que algunos han llegado a expresar preocupación porque
la homosexualidad llegue a convertirse en la norma, cuando una norma es
precisamente lo que no debería existir en algo tan personal, tan íntimo,
como la sexualidad.

Hace meses, una amiga me contaba que vio, con su hijo y esposo, el filme
norteamericano "Si las paredes hablaran". La primera historia de la
película muestra una pareja de ancianas que han vivido juntas toda su
vida; cuando una de ellas muere, su sobrino aparece y reclama todos sus
bienes, incluida la casa, como su familiar más cercano. La mujer que
había compartido su vida durante años queda desamparada por no ser más
que una amiga, ante la ley. Al final de la historia, el hijo le dijo a
mi amiga: "Por eso hace falta el matrimonio homosexual".

Por las dudas, el hijo de mi amiga es un adolescente completamente
heterosexual.

Pero la homofobia, los prejuicios, los esquemas, pueden ser cosas muy
persistentes. Toma años que una sociedad se deshaga de ellas. Ni
siquiera el gobierno cubano en su carrera de los últimos años por
cambiar (si es posible, borrar) su actitud histórica contra los
homosexuales, puede cambiar las cosas de la noche a la mañana.

Me pregunto si quienes nos gobiernan no conservarán sus prejuicios y su
intolerancia internamente, a pesar de que la lucha contra la homofobia
parece ser ahora parte de la actualización del socialismo.

Aunque ahora, al mirar atrás, reconozco que en los años setenta y
ochenta, incluso en los noventa, era impensable algo parecido a una
jornada contra la homofobia y un foro como el de Teología de la Liberación.

Esa mirada al pasado, adolescentes como el hijo de mi amiga y la
experiencia que compartió la Patora Rufin con los presentes en el Foro:
ver a Dios en todo y en todos, de incluir, y como esto ha hecho su mesa
más amplia, me dejan la esperanza de que tal vez no es demasiado tarde
para nuestra sociedad.

http://www.havanatimes.org/sp/?p=85211

No hay comentarios:

Publicar un comentario