De las UMAP a la 'Mariconga'
NIVIA MONTENEGRO | Claremont | 30 de Noviembre de 2016 - 11:30 CET.
Producido por cineastas y productores cubanos y estadounidenses, el
recién estrenado documental HBO —Mariela Castro's March: Cuba's LGBT
Revolution— se ocupa del programa de aceptación de la diversidad sexual
en Cuba y es sumamente iluminador.
Paradójicamente, su luz se aloja en esas áreas oscuras que se ignoran o
se tocan de prisa y de refilón, y cuyo centro es el concepto,
organización e implementación de las llamadas UMAP (Unidades Militares
de Ayuda a la Producción), ideadas por el Gobierno cubano en la década
los 60 y en las que se amontonaron personas de "dudoso carácter" o
"proclividades funestas", entre ellas homosexuales, testigos de Jehová y
practicantes de otras religiones, o jóvenes rebeldes o críticos de la
ortodoxia castrista.
Aunque el documental se encubre de equilibrio, escuchamos dos casos en
los que personas castigadas por sus preferencias sexuales perdieron
parcialmente la vista. Pero si nos remitimos a estos dos casos y
entrevistas, el pretendido equilibrio deja mucho que desear. Ambos son
emotivos, pero se documentan de modos muy distintos.
El primero entrevista a un antiguo internado en las UMAP, quien verifica
la falsedad de fotos y artículos de época que daban una imagen retocada
de lo que allí ocurría. Después viene su confesión de que haber estado
internado en esos campos destruyó su vida y lo cambió para siempre.
A continuación, y como respuesta a una pregunta o sugerencia, este
testigo ofrece un ejemplo de castigo que presenció. Un compañero suyo
fue obligado a sentarse en una silla a campo abierto todo un día y mirar
hacia arriba hasta que anocheciera. El resultado fue una ceguera parcial
de por vida de doble corolario. Si bien el joven sufrió en su propio
cuerpo las secuelas de su castigo, también sabemos que quien se atreve a
mirar al astro que brilla en las alturas de frente o a acercársele
demasiado termina por ser quemado por su relumbre. En este caso,
pensamos, fue una manera harto dolorosa de enseñar al individuo a bajar
la cabeza para sobrevivir.
Sin embargo, este testimonio nos llega de manera indirecta, ya que nunca
vemos a la persona castigada, sino a otro antiguo prisionero que le da
voz a su tragedia. Pero el momento más fuerte de esta breve entrevista
ocurre cuando este testigo tiene la valentía de plantear su propia
pregunta: ¿por qué no ha habido un reconocimiento de todo el mal hecho y
una disculpa a sus víctimas? La respuesta que nos da el film en voz de
Mariela Castro es un breve "lo siento". Y a otra cosa mariposa.
El otro ejemplo de victimización, ahora a nivel personal y en la que el
Gobierno no se vio directamente implicado, se extiende y visualiza de
forma dramática. Vemos a la víctima, que nos cuenta todo el episodio de
represión, se muestra una especie de dramatización de sus secuelas
psicológicas y, por último, asistimos al desvelamiento de una pupila
corroída por el ácido machista. La testimoniante transgénero afirma al
final que aunque no puede ver la luna que está allá arriba por completo,
sí puede adivinar que sigue ahí. Comprendemos entonces que no es lo
mismo mirar o retar al astro rey que vislumbrar algún rayo lunar que
arroje algo de esperanza.
En cuanto al origen de la campaña de Mariela Castro —simpática, bella y
fotogénica— se despacha también con un sencillo apartado: en 1990, nos
dice la directora del CENESEX, la Organización Mundial de la Salud (OMS)
proclamó que la homosexualidad no es una enfermedad. ¿Debemos suponer
que solo a partir de ese momento llegó a Cuba la luz de una verdad
medicalizada para iluminar las pupilas al clan gobernante? Porque es con
esa escueta proclamación de extramuros que el régimen se lava las manos
de toda responsabilidad legal y moral por el sufrimiento y la
humillación infligidos a miles de seres que el propio Fidel Castro
calificó de "extravagantes".
Si en la actualidad se aboga por una aceptación de la diversidad sexual
e identitaria, la "Mariconga" como se le conoce popularmente, liderada
por la figura de Mariela Castro, obviamente excluye la política. Todas y
cada una de las escenas de celebración de la diversidad sexual o de
oposición a la homofobia terminan con un canto de unidad socialista o
revolucionaria: podemos bailar la conga, pero sin sacar los pies del plato.
Llama la atención en el filme las localidades que se escogen para las
celebraciones, casi siempre capitales de provincia o remotos pueblos
rurales en los que la caravana encabezada por Mariela Castro interpela a
humildes campesinos que se escabullen, dan respuestas monosilábicas o
utilizan ambigüedades humorísticas al interrogatorio de los miembros de
la caravana.
También se documentan casos aislados en pleno campo cubano de parejas
gays o lesbianas, o de familias con miembros transexuales cuyo
agradecimiento a Mariela Castro denota un personalismo del mismo corte
del que se le prodigó a su tío durante más de medio siglo.
Queda la pregunta de por qué no se incluyen las grandes ciudades de
Cuba, en las cuales puede haber mucha más diversidad de opiniones sobre
sexualidad y homofobia, menos necesidad de alfabetización sexual, y más
disposición a discutir esos temas. O, quizás aún más evidente, por qué
Mariela Castro, miembro de la Asamblea Nacional del Poder Popular ella
misma, se abstiene de hacerle las mismas preguntas a sus colegas de esa
asamblea, o a militares de la cúpula castrista, antaño implicados en el
diseño y los objetivos de las UMAP. Y, por supuesto, ¿por qué no
entrevistar a otros antiguos internados o internadas, por razones
homofóbicas o no, en esos campos de trabajo forzado?
Son preguntas como estas las que revelan el acercamiento light del
documental a problemas históricos y políticos que se tiñen de
modulaciones seudocientíficas para escamotear antiguos juicios
moralizantes de la ortodoxia castrista.
Al eludir áreas específicas que testimonien de primera mano cuál es o
fue el telón de fondo de las fastuosas celebraciones actuales del
colectivo LGBT en el teatro Karl Marx, la fiesta sigue vigilada. Al son
de congas organizadas bajo pancartas gubernamentales, Mariela Castro
pretende liderar una nueva línea suave en la cual calles que antaño
"eran de Fidel" se abren ahora a fieles y felices seguidores a plena luz
del día. Pero portando sombrero o gafas, por si las moscas...
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