Transexual no quiere regresar a Cuba, aunque cambie
Ana Marrero, una transexual de 54 años que estuvo presa en Cuba por ser
homosexual, dijo que intentó suicidarse para escapar de la
discriminación. Hoy vive en Miami y afirma que no regresaría a la isla.
Martinoticias.com
enero 28, 2016
Ana Marrero, transexual cubana que sufrió prisión en Cuba por ser
homosexual, dijo recientemente que pese a que cree que las cosas han
cambiado en la isla para gente como ella, por ahora no visitará el país
del que se alejó hace décadas para exiliarse en Miami.
Marrero, de 54 años, mostró al sitio www.pri.org las cicatrices en su
antebrazo izquierdo, la más dramática prueba de intentos suicidas
mientras estuvo presa en Cuba.
Identificada como femenina desde edad muy temprana, Marrero dijo que
pagó las consecuencias por su preferencia sexual por la que elegía usar
ropas y maquillajes de su madre.
"A partir de los 10 a los 18 años yo estaba por lo general en la cárcel
en Cuba. Simplemente por ser quien soy", dijo.
"Intenté en varias ocasiones matarme con cuchillos", explicó Marrero,
que contó en español hasta ocho para identificar las cicatrices en su
cuerpo.
Es una de las tantas víctimas de la discriminación de que fueron objeto
los homosexuales en Cuba en las décadas de 1960 y 1970, cuando muchos
fueron marginados y hasta enviados a campos de trabajo forzado, por ser
vistos como desviados de la política oficial.
También fueron marginados otros por sus creencias religiosas, entre
ellos el actual cardenal cubano Jaime Ortega, quien estuvo recluido en
unos de estos campos de trabajo en los que confluían creyentes,
homosexuales y todo el que se apartara de la idea del "hombre nuevo" en
un país que había abrazado el socialismo en la década de 1960.
"Fue horrible", dijo Marrero, que huyó de Cuba en 1980 durante el éxodo
del Mariel. "No podíamos tener una vida. En aquellos días, el Gobierno
cubano estaba muy atrasado respecto a los homosexuales", agregó.
Explicó cómo los homosexuales estaban a merced de los "crueles" guardias.
"Conocí a un hombre gay que tenía grandes pechos y que molestó tanto a
las autoridades penitenciarias que lo operaron para deshacerse de esos
pechos", dijo.
Y aunque reconoce que la comunidad LGTB ha avanzado algo en sus demandas
en la isla, en parte por la influencia ejercida por Mariela Castro, la
hija del gobernante cubano Raúl Castro, dijo que aún no está curada y
descartó una eventual visita a su país.
Castro, una sexóloga que ha presidido por años el Centro Nacional de
Educación Sexual (CENESEX), ha conseguido algunos avances en el respeto
y los derechos a las minorías sexuales. Entre ellos, las operaciones
gratuitas de cambio de sexo y una campaña de concientización a la
sociedad y a los órganos de poder, desde la silla que ocupa en la
Asamblea del Poder Popular.
"Mariela Castro ha cambiado y ha abierto un montón de cosas allí", dice
Marrero. "Si Mariela Castro hubiera estado cuando yo vivía allí, talvez
no habría tenido que venir para acá", señaló.
Pero aun así, y pese a que cada vez más cubanoamericanos están
regresando a la isla tras el acercamiento entre Washington y La Habana,
Marrero está lejos de hacer sus maletas.
"Sufrí mucho trauma en Cuba. Me causaría demasiado pánico volver allí.
Yo no volvería, incluso para una corta visita".
Caminar libremente
En el amplio reportaje, la transexual contó que también pasó malos ratos
a su llegada a Miami en la década de 1980. Según dijo, policías
cubanoamericanos la detenían y acusaban de prostituta.
"Me sentía muy impotente", dijo Marrero recordando algunos de los
incidentes de los que fue víctima.
Ahora, explicó, las cosas también están cambiando en la ciudad que la
acogió.
"Hoy puedo caminar más libremente. Puedo ir donde quiero. Y puedo ser
quien quiero ser, sin hacer frente a tanta discriminación", concluyó.
Source: Transexual no quiere regresar a Cuba, aunque cambie -
http://www.martinoticias.com/content/transexual-no-quiere-regresar-cuba-aunque-cambie/114133.html
viernes, 29 de enero de 2016
martes, 26 de enero de 2016
Clasificados de guías de turismo en Cuba, tapaderas del negocio sexual
Clasificados de guías de turismo en Cuba, tapaderas del negocio sexual
Sitios en internet dedicados el turismo gay son usados por los cubanos para anunciar servicios de prostitución masculina.
Idolidia Darias / martinoticias.com
enero 25, 2016
Infinidad de guías de turismo para conocer Cuba se anuncian en sitios de internet, y en sus correspondientes perfiles de Facebook. En muchos casos, esas páginas terminan siendo clasificados de la prostitución gay.
Un simple clic en páginas de Facebook de sitios como MiCayito, LaHabana.com y Planet Romeo conecta de inmediato a los turistas empeñados en visitar Cuba con los jóvenes que brindan servicio de guías turísticos en la isla.
Víctor Dueñas, de 22 años de edad y residente en Santo Domingo, Villa Clara, es activista de la comunidad LGTBI (lesbianas, gais, transgéneros bisexuales e intersexuales) y señala que el servicio de guía se realiza con personas del mismo sexo que visitan la isla.
"La mayoría de los varones que se tarifan son egresados de la Universidad y es increíble el nivel de prostitución masculina que existe en Cuba", aseguró Dueñas, quien cursó dos años de Ingeniería en la Universidad Marta Abreu de La Villas donde entabló amistad con egresados del centro docente que se dedican al sexo por dinero.
"Mis conocidos le llaman el servicio TNT que significa (Trabajo Nocturno al Turista). Ellos cuentan que las tarifas varían según la región donde realices el servicio y los horarios. Los más favorecidos son los que pueden conseguir a un extranjero porque se ofertan como guías", asegura el activista de la Fundación por los Derechos LGTBI.
Los clientes reservan el servicio desde páginas de clasificados en internet donde constantemente aparecen anuncios convocando a jóvenes cubanos a solicitar empleo como guías turísticos.
Para ello deben tener entre 18 y 28 años, dominar idiomas, conocer la cultura y los lugares de interés turísticos de la isla, entre otros requisitos. Además de enviar un curriculum vitae y una fotografía.
En la práctica, lo que necesita el turista es un chico que "le preste el servicio por una cantidad de dólares determinado que ellos convenian según el tipo de trabajo sexual que haga", explica Dueñas.
El auge de ese tipo de alquiler aumentó a partir de que se abrió mucho más la posibilidad de conectarse desde cualquier ciudad de Cuba a las páginas de Facebook donde se promocionan los servicios de "guías" y a las que acude el interesado en visitar la isla, dijo Dueñas.
"Basta escribir en Google palabras como sexo, chicos, cubanos, tarifas... y afloran en el buscador páginas destinadas única y exclusivamente a estos fines", escribió en Cubanet Ernesto Pérez Chang en un artículo dedicado al tema.
"Ernesto, un joven graduado universitario que
no encontraba trabajo en Holguín, su provincia natal, llegó y se instaló a vivir en La Habana hace dos años no gracias a su currículum académico sino a un par de imágenes de su cuerpo desnudo: 'Me las vi negras y sin pensarlo mucho mandé las fotos', cuenta Ernesto. 'Enseguida me llamaron y aquí estoy. (…) Decía [el anuncio] que era para guías de turismo pero cuando te piden fotos ya uno sabe lo que están buscando", relata en su crónica.
Un artículo publicado en el periódico oficial Vanguardia, de Villa Clara, recoge testimonios de jóvenes de la ciudad de Santa Clara y aborda las diferencias de categorías en el ejercicio de la prostitución masculina.
Los periodistas Luis Orlando León Carpio y Leslie Díaz Monserrat en su artículo titulado "Hacer la calle" explican que en Santa Clara hay lo que denominan "tres clases sociales: baja, media y alta".
"En la primera están los que practican en exteriores (le llaman hacer la calle) y cobran 80 pesos en moneda nacional y casi siempre se da entre cubanos. La clase media incluye a quienes piden 5 o 10 CUC, quizás una muda de ropa, un par de zapatos, etc, y son más exigentes. Y por último, los de la clase alta que son los que consiguen a los extranjeros mediante internet y hacen citas online", detalla la nota publicada en el periódico provincial.
El cobro depende del país de origen: a un mexicano le piden unos 20 CUC y a un norteamericano entre 50 Cuc y 60 Cuc, dato que aporta la investigación y que corrobora a Martí Noticias Víctor Dueñas.
En Cuba las leyes establecen el delito de proxenetismo y la trata de personas, y sanciona a quien vive del comercio carnal. Las sanciones dependen de las personas que utilice el proxeneta en el ejercicio de la prostitución, y van de 4 a 30 años de privación de libertad, advierte el artículo de Vanguardia.
El doctor Julio César González Pagés, investigador de temas relacionados con la masculinidad, dijo a los periodistas que los casos de sanción por prostitución masculina no llegan a los tribunales con mucha frecuencia, pues resulta más difícil comprobar que se dedican a esta actividad.
El joven activista Dueñas lamentó que sitios de internet se presten para esos servicios y advirtió que hay muchas páginas a las que sus amigos de la comunidad gay entran porque ven un título o la bandera que los identifica y luego descubren lo que hay detrás.
"Allí están los que buscamos una identidad y relación como comunidad mundial y los que se prostituyen para ganar un 'dinero fácil'", dijo.
"Los activistas que somos figuras públicas en la comunidad LGTBI tenemos que estar muy alertas con esos sitios pero no podemos excluirnos de luchar por nuestros objetivos e interactuar con otros gais en diferentes partes del mundo", dijo el joven.
"Soy de los que piensa que debemos ver muy bien lo que uno escribe y dónde le damos clic a un Me Gusta", concluyó Dueñas, quien lamenta que la defensa de los derechos LGBTI termine sirviendo a la prostitución.
Source: Clasificados de guías de turismo en Cuba, tapaderas del negocio sexual - http://www.martinoticias.com/content/cuba-turismo-gay-prostitucion/113911.html
Sitios en internet dedicados el turismo gay son usados por los cubanos para anunciar servicios de prostitución masculina.
Idolidia Darias / martinoticias.com
enero 25, 2016
Infinidad de guías de turismo para conocer Cuba se anuncian en sitios de internet, y en sus correspondientes perfiles de Facebook. En muchos casos, esas páginas terminan siendo clasificados de la prostitución gay.
Un simple clic en páginas de Facebook de sitios como MiCayito, LaHabana.com y Planet Romeo conecta de inmediato a los turistas empeñados en visitar Cuba con los jóvenes que brindan servicio de guías turísticos en la isla.
Víctor Dueñas, de 22 años de edad y residente en Santo Domingo, Villa Clara, es activista de la comunidad LGTBI (lesbianas, gais, transgéneros bisexuales e intersexuales) y señala que el servicio de guía se realiza con personas del mismo sexo que visitan la isla.
"La mayoría de los varones que se tarifan son egresados de la Universidad y es increíble el nivel de prostitución masculina que existe en Cuba", aseguró Dueñas, quien cursó dos años de Ingeniería en la Universidad Marta Abreu de La Villas donde entabló amistad con egresados del centro docente que se dedican al sexo por dinero.
"Mis conocidos le llaman el servicio TNT que significa (Trabajo Nocturno al Turista). Ellos cuentan que las tarifas varían según la región donde realices el servicio y los horarios. Los más favorecidos son los que pueden conseguir a un extranjero porque se ofertan como guías", asegura el activista de la Fundación por los Derechos LGTBI.
Los clientes reservan el servicio desde páginas de clasificados en internet donde constantemente aparecen anuncios convocando a jóvenes cubanos a solicitar empleo como guías turísticos.
Para ello deben tener entre 18 y 28 años, dominar idiomas, conocer la cultura y los lugares de interés turísticos de la isla, entre otros requisitos. Además de enviar un curriculum vitae y una fotografía.
En la práctica, lo que necesita el turista es un chico que "le preste el servicio por una cantidad de dólares determinado que ellos convenian según el tipo de trabajo sexual que haga", explica Dueñas.
El auge de ese tipo de alquiler aumentó a partir de que se abrió mucho más la posibilidad de conectarse desde cualquier ciudad de Cuba a las páginas de Facebook donde se promocionan los servicios de "guías" y a las que acude el interesado en visitar la isla, dijo Dueñas.
"Basta escribir en Google palabras como sexo, chicos, cubanos, tarifas... y afloran en el buscador páginas destinadas única y exclusivamente a estos fines", escribió en Cubanet Ernesto Pérez Chang en un artículo dedicado al tema.
"Ernesto, un joven graduado universitario que
no encontraba trabajo en Holguín, su provincia natal, llegó y se instaló a vivir en La Habana hace dos años no gracias a su currículum académico sino a un par de imágenes de su cuerpo desnudo: 'Me las vi negras y sin pensarlo mucho mandé las fotos', cuenta Ernesto. 'Enseguida me llamaron y aquí estoy. (…) Decía [el anuncio] que era para guías de turismo pero cuando te piden fotos ya uno sabe lo que están buscando", relata en su crónica.
Un artículo publicado en el periódico oficial Vanguardia, de Villa Clara, recoge testimonios de jóvenes de la ciudad de Santa Clara y aborda las diferencias de categorías en el ejercicio de la prostitución masculina.
Los periodistas Luis Orlando León Carpio y Leslie Díaz Monserrat en su artículo titulado "Hacer la calle" explican que en Santa Clara hay lo que denominan "tres clases sociales: baja, media y alta".
"En la primera están los que practican en exteriores (le llaman hacer la calle) y cobran 80 pesos en moneda nacional y casi siempre se da entre cubanos. La clase media incluye a quienes piden 5 o 10 CUC, quizás una muda de ropa, un par de zapatos, etc, y son más exigentes. Y por último, los de la clase alta que son los que consiguen a los extranjeros mediante internet y hacen citas online", detalla la nota publicada en el periódico provincial.
El cobro depende del país de origen: a un mexicano le piden unos 20 CUC y a un norteamericano entre 50 Cuc y 60 Cuc, dato que aporta la investigación y que corrobora a Martí Noticias Víctor Dueñas.
En Cuba las leyes establecen el delito de proxenetismo y la trata de personas, y sanciona a quien vive del comercio carnal. Las sanciones dependen de las personas que utilice el proxeneta en el ejercicio de la prostitución, y van de 4 a 30 años de privación de libertad, advierte el artículo de Vanguardia.
El doctor Julio César González Pagés, investigador de temas relacionados con la masculinidad, dijo a los periodistas que los casos de sanción por prostitución masculina no llegan a los tribunales con mucha frecuencia, pues resulta más difícil comprobar que se dedican a esta actividad.
El joven activista Dueñas lamentó que sitios de internet se presten para esos servicios y advirtió que hay muchas páginas a las que sus amigos de la comunidad gay entran porque ven un título o la bandera que los identifica y luego descubren lo que hay detrás.
"Allí están los que buscamos una identidad y relación como comunidad mundial y los que se prostituyen para ganar un 'dinero fácil'", dijo.
"Los activistas que somos figuras públicas en la comunidad LGTBI tenemos que estar muy alertas con esos sitios pero no podemos excluirnos de luchar por nuestros objetivos e interactuar con otros gais en diferentes partes del mundo", dijo el joven.
"Soy de los que piensa que debemos ver muy bien lo que uno escribe y dónde le damos clic a un Me Gusta", concluyó Dueñas, quien lamenta que la defensa de los derechos LGBTI termine sirviendo a la prostitución.
Source: Clasificados de guías de turismo en Cuba, tapaderas del negocio sexual - http://www.martinoticias.com/content/cuba-turismo-gay-prostitucion/113911.html
jueves, 21 de enero de 2016
UNCOVERING GAY HAVANA, CUBA
UNCOVERING GAY HAVANA, CUBA
After a 45-minute flight, we land on the cracked-concrete runway of José
Martí International Airport, walk off the plane onto a seemingly
deserted airstrip, and are greeted by a white bust of revolutionary José
Martí.
BY JOSEPH PEDRO
In old Havana there is a tree that's said to be older than the city
itself. It was here, though it was very young, when the Taíno people
would worship, venerate, and respect her as Ancient Mother. It was here
too, though a little older now, in 1519 when the Spanish first
established a settlement. The land was claimed, right beside her growing
roots, as San Cristóbal de la Habana. She provided shade for the first
mass and bestowed a breeze for the first council meeting. And as she
reached toward the heavens, so did a city. Becoming resilient and
strong, prosperous and wealthy, devout and ideological—she soon had a
home overlooking churches and plazas, statues and mansions that rivaled
those of Europe. She felt the breeze of independence and briefly felt it
taken away from her. As times changed, though, she witnessed the plight
of the Cuban people under a dictatorship and felt the mumblings of
revolution brush through her leaves. Then, in 1959, as winter drew to an
end she was here still to feel the rumbling of a tank shake her roots to
usher in spring and a new hope for her land. More than half a century
later, the wind again sways her branches and one of her leaves falls in
2014, twirling like a Sky Dancer, landing flatly on my head.
I am about to visit Havana, Cuba for a whirlwind three-day trip, and I
decide before boarding a charter flight from Miami to José Martí
International Airport, to drop the veil on my parochial American
upbringing, to observe and reflect on a country that has persevered
through difficult times, and embrace (not criticize) its convictions. Of
course, actually being in Havana, exploring, and meeting the people, I
am forced to modify this original declaration. Havana lends itself to
open-minded tourists who should be curious about the political system,
who want to question the state of the city, and who will dig deeper into
the country's modern-day ethos while understanding its past. And once
you find yourself sharing a mojito with a local, you may be surprised to
see just how open and honest they are about their lives and their
country. As my journey unfolds, I find the city to be a living testament
of its history and ideals, and I meet a proud people who have the
strength to overcome obstacles that the modern-day traveler may not
realize still exist.
I am able to visit Cuba because of loosened travel restrictions on
citizens of the USA thanks to a recent change in policy encouraged by
President Barack Obama. Now, tour companies are allowed to operate in
the island nation as long as they are licensed through the juggernaut
education-based travel program called People to People. My trip is
booked through Pride World Travel, a member of the IsramWorld portfolio
of brands, which is beginning their LGBT-focused tours of Cuba in 2015.
Because these are educational trips, Americans are still at the mercy of
the Cuban government that works to organize specific itineraries for
each group. If you don't feel like going along with the plans, too bad.
As long as the official government itinerary is in play, you're required
to be with your group. But as I learn during my trip, there is a
leniency depending on your guide. Luckily, my itinerary is relaxed and
filled with a steady stream of good food, fascinating people from the
LGBT community (including my guide), and even time to relax at the gay
beach.
I highly recommend visiting through a well-established tour company like
Pride World Travel. The company handled every little detail of the trip.
Having all the correct documents is especially nerve-wracking for
Americans visiting Cuba. The night before we depart from Miami, a
representative hands me a packet with everything I need. From a formal
letter granting me access and a visa to the required Cuban-issued health
insurance— everything is organized. Also, I receive the VIP treatment at
the Miami airport when, instead of waiting in line for the charter
flight, a representative greets us, takes our bags, and hands us all the
required customs forms that we'll need to enter Cuba.
After a 45-minute flight, we land on the cracked-concrete runway of José
Martí International Airport, walk off the plane onto a seemingly
deserted airstrip, and are greeted by a white bust of revolutionary José
Martí. Once through the doors, we are escorted into a flickering
neon-lit room filled with guards. I am so glad I have the paperwork in
order. The buildup and anxiety are unnecessary. The pleasant (and
handsome) agent takes my whole packet, stamps my passport (though I am
told you can request a separate sheet to be stamped), and I walk through
the door into the baggage claim area. Only one person in my group is
taken aside for further questioning (this is routine), but he rejoins us
a few minutes later.
s
Our on-the-ground tour company, Havana Tours, which is government owned,
whisks us through customs and takes us straight to a van. "Welcome to
Havana," shouts our guide, Oscar, who will be with us for the entire
trip. He quickly begins pointing things out, but it's hard to pay
attention. I'm in CUBA, keeps repeating in my head. CUBA! The old 1950's
American-made cars rumble by us, but they aren't exactly like the ones
in pictures. Most are beat-up, rusted, and loud, but they are still so
sexy and filled with men and women cruising with the windows down.
"Here's a school," he says pointing to a Creamsicle-orange building with
kids in white uniforms playing tetherball in the clay ground surrounded
by a lush baseball field. A propaganda billboard proclaiming "We Have
Socialism" with a picture of revolution leaders serves as their
backdrop. "All education up to a master's is free in Cuba," he proudly
exclaims. We all collectively shake our heads thinking of our enormous
student debts.
Then, we drive past the obelisk-like monument in Plaza de la Revolución
and whiz around the iconic images of Che Guevera ("Until the Everlasting
Victory, Always") and the lesser-known revolution leader Camilo
Cienfuegos ("You're Doing Fine, Fidel").
When we exit the turnabout plaza the street becomes a gorgeous,
Spanish-inspired boulevard with a tree-lined pedestrian median. Here is
where I get my first glimpse of the effects of Cuba's political and
economic climate. Each side of the avenue is lined with one stately
mansion after another even-more-impressive mansion. Large gates open to
reveal overgrown tropical flora and gorgeous Italianate-like buildings.
Each, though, has been weathered by the climate forcing their colors to
fade, but their beauty, and significance can easily still be admired.
"The people who lived here," our guide half-smirks, "Weren't too happy
about the Revolution." And you can understand why. "Oh, what the gays in
New York could do to this street," one other guest quips.
As the avenue curves toward the sea, we see our massive hotel, Meliá
Cohiba Hotel Havana.
Through the tour company, we have VIP service and are brought to "The
Level," a special check-in area with a private concierge (you'll be able
to exchange your US dollars here for the local currency, the Cuban
Convertible Peso or CUC). My accommodations are unexpectedly large; it's
a corner room with surrounding windows. I open the curtains, running
around my room pulling them to reveal a stunning view of the sea. A
large bed, two televisions (which get international channels), a Jacuzzi
tub, and most amenities one would expect, including Wi-Fi (for a hefty
price), from a modern hotel. We also take delight in the multiple
restaurants, the outdoor pool on the second floor, the large gym/sauna,
and the attention-to-every-detail customer service.
Celebrating our first night, we literally feast at a palador (privately
owned restaurant) called La Moraleja. We walk down a lighted, trellised
path to an indoor/outdoor dining area. The owner happily greets us and
lets us see his extensive wine collection. Importing more than a couple
bottles is illegal so this assortment has taken him and his father many
years to collect. Havana Tourism representatives meet us and, in a grand
show, we dine on chicken, lamb, lobster, traditional rice and beans,
fried yucca, clams, shrimp, and fried cheese. It's obvious, knowing a
bit about the food rationing that the socialist system in Cuba uses,
that our local company doesn't normally dine this way (of course, we
don't either). I'm hesitant to talk about it, but a fellow traveler
outright asks, in a non-disrespectful way: "You're not used to eating
like this are you?"
"No!" they all say laughing. Their candid response gives us our first
glimpse at the openness of the Cuban people. Our hosts freely explain
the ration books and what that gives them: rice, beans, and eggs. Taking
a bite out of a lobster tail one says: "It's why we are so lucky to have
been placed in tourism." It's a sobering moment, and we consider asking
for our food to go so we can share it with others. "No, no, no," they
insist, "You can leave it for the staff at the restaurant."
The conversation never treads on awkward, which is refreshing. We
compare apartment prices, talk about their travel restrictions, the new
iPhone, if they ever figured out how Whitney Houston died, and if New
York is just like the movies. The owner is happy we're visiting too. To
show his appreciation, he lights us Cuban cigars and brings us beautiful
rum. Taking a pull on the cigar, I think to myself: I could get used to
this.
After dinner, according to our official program, we're to meet an
activist group. So I am surprised when we arrive at a nightclub named
after the award-winning Cuban-produced gay movie Strawberry and
Chocolate called Café Fresa y Chocolate. Inside, there is a band waiting
for us called Aceituna sin Hueso. This café by day is attached to the
Cuban Film Institute and is a regular hangout for the arts community
(a.k.a gay), but at night, particularly once a month, the band (not
exactly an activist group) performs. "It's a place where everyone feels
safe," the bombshell lead singer Miriela Moreno tells me. By looking
around, you can see many more lesbian couples than gay men sitting at
the tables drinking Crystal beer. For non-Spanish speakers, Moreno's
music is still easily understood through her palpable soul-crushing
passion and the get-up-and-dance beats by her band. The group, who has
traveled abroad to Spain to perform, uses their lyrics to send
anti-homophobia and anti-prejudice messages, she tells me. I quickly
develop a straight crush on her as I gulp down several Bucanero beers
while watching them completely turn the small café into a Miami
Beach–style club.
A driver picks me up in the morning in a 1950's canary-yellow,
convertible Buick Dynaflow—it's that Havana moment I've read about. He
honks his horn to the tune of "Turkey in the Straw" as we drive down the
waterfront street called the Malecón. His horn pulsing to the rhythm of
the sea attracts the attention of the early-morning fishermen who turn
their attention away from their poles and give us a wave. The Cuban flag
proudly waves in front of a grand monument to Cuban Independence hero
Antonio Maceo Grajales who sits tall on his horse looking over the city.
The car breezes past the José Martí Anti-Imperialist Platform, the site
of tense anti-American protests, particularly during the Elián González
affair. We pass the statue of González's father holding a small Elián
and pointing to the United States Interests Section's glass-covered
building. Even while pointing it out, our guide is never awkward about
US and Cuban relations.
I take in my first views of the famous buildings along the Malecón.
Weathered by time, the buildings seem different depending on how the
early-morning sun hits them. The sun's struggling to pierce through the
dark clouds overhead, and the lighting reveals splendid patterns,
architectural accents, and varying states of decay and renovation. But
most of all, I think, it reveals a color spectrum that my eyes are
unaccustomed to seeing in New York. It reminds me of the colors from a
PAAS Easter egg coloring kit, each egg always turned out to be a new and
exciting shade. The row of buildings is peppered with new projects,
including a new government-owned hotel, which gives me hope that this
once-grand waterfront will be revitalized.
We then turn onto an unassuming street. In accordance with our
itinerary, we're to "Visit Paloma Project which promotes gender equality
(part of the Cuban Institute of Cinematographic Art and Industry and
meet with the Director Lizette Vila." A woman, no taller than 5'2″,
reaches her arms out for a hug as we reach the wrought-iron arched
entrance, and a lumbering dog lifts his head at the upcoming excitement.
She hugs each of us like a long-lost relative and leads us through the
well-manicured front garden and into the building. Trinkets (witches,
clocks, sage, figurines) and old photos (Castro, trans* activists,
famous singers) dot the walls, and we carefully try not to disturb the
large Santaria (local religion) shrine on the floor that's filled with
hopes, dreams, and prayers. We're brought into a small room and offered
tea and cookies, and we kindly accept (it is considered bad form not to
enjoy specially prepared food).
One by one, new people enter and sit with us in a tiny windowless room.
We form a circle and exchange those awkward first-meeting smiles.
Lizette Vila enters the room and goes around introducing everyone. "This
is Milena and Juani Santos," she says pointing to an older gentleman and
a young lady. "Juani is the first transgender person in Cuba, and Milena
has recently transitioned and is the focus of an upcoming documentary,"
she nonchalantly shares as our jaws nearly hit the floor.
She then continues and introduces Isabel Blanco, a famous ballerina who
now teaches acceptance and empowerment through dance; Ingrid Leon, who
produces documentaries about woman's rights and has just completed the
documentary about Milena; and Teresa de Jesús Fernández who works for
the government's gay-rights agency, Cenesex.
For a gay journalist, this room is a jackpot. I am ready to fire off
question after question, but it never becomes a structured interview, it
becomes a wonderful discussion that doesn't lend itself to an
uncomfortable middle-of-the-room recorder. We drop formalities, and we
talk, connecting with each other, undistracted like pre-iPhone days. We
learn of Juani's struggles growing up as the only girl among boys and
how he has found acceptance from his brothers after having pioneering
surgery in Copenhagen. Milena tells us about being kicked out of her
home and finding the government-supported resources and
government-provided medical treatments to make her into the woman that
she always knew she was. Ingrid discusses the difficulties of creating
documentaries in Cuba and the thrill of watching her controversial
pieces air on the state-run television channel and her hopes to show
them at international festivals.
It is Lizette Vila, whose passion for her work, her openness, and her
intelligence that captivates my attention most. Moving her hands with
wild gesticulations, reminding me of my Italian grandmother, she
discusses each person in the room's successes and troubles. Her empathy
and her understanding go far beyond the goal of the organization, which
is to advance equality through the arts. While her ideas on feminism and
the LGBT community seem quite progressive, even radical, she insists
that they are in line with the beliefs of many other people in the
country, including Mariela Castro, the director of Cinesex, and the
daughter of President Raúl Castro.
She likens Cuba to a strong, fertile, and beautiful woman whose
resilience in the face of revolution and embargoes continues to inspire
her and the arts community. And while she is lucky to travel around the
globe and meet with LGBT and feminist leaders, she continues to thank
socialism. "It's because of socialism and the Cuban government that we
exist," she tells us while placing her arm on my shoulder.
After long hugs and countless photos, our driver and Oscar have to
nearly pull us away, despite the excitement of our next stop, the gay beach.
Apparently, it is highly unusual for the government to give visitors who
are part of a planned tour such free time. After realizing that there
may be some leniency in their rigid schedule, I beg, like the literary
nerd I am, that our driver stop by Ernest Hemmingway's home where he
wrote Old Man in the Sea. I am told that after Hemmingway's children
came to see it recently, they closed it for renovations. As our van
heads down a village street, I begin to smell the salt water. Little
shops and restaurants dot the street, and men and women walk carelessly
through the middle of the road with fishing poles. In front of us is an
old and crumbling Spanish fort, long docks that seemingly stretch to
nowhere, and a round, baby-blue plaza with a bust of Hemmingway. A man
sings "Guantanamera" alone, children run up to us shouting "amigo," and
an old woman sits, legs crossed, dwarfed by the fort, gazing out. "This
is Cojimar, where Hemmingway was inspired to write his novel." Oscar
tells me. Sitting here by the bust, as I hand Tootsie Pops to the
children to quiet them, and watch fishermen row back into the docks
looking miniscule compared to the ocean, and I can see how Hemmingway
fell so in love with this town, the mysteries of Cuba, and, more
importantly, the sea. "But the old man always thought of her as feminine
and as something that gave or withheld great favors, and if she did wild
or wicked things it was because she could not help them," he wrote in
Old Man in the Sea in 1952.
I've made everyone late to the beach (by Cuban standards) as people
usually begin leaving around 4 P.M., but it's still filled with
fresh-face tanned youths sipping Cuban rum, and parsnip-colored tourists
lounging in rented chairs protected by rainbow-colored umbrellas. "Mi
Cayito is a place where the gay community can really be free," Oscar
tells us as a couple of transwomen walk by topless. We find a comfy spot
and make our way into the crystal-blue Caribbean waters while the locals
ogle at our foreignness. Unlike other gay beaches in the Caribbean, this
feels empty and safe (though I would, of course, use common sense). We
begin to recognize a familiar cast of characters who proudly promenade
up and down the sand runway sporting everything from thongs to one
pieces, holding hands, swigging glass rum bottles, kissing, and
celebrating life. We easily chat with locals who are interested in why
we're visiting, and we excite them when we say how much we have always
wanted to visit Cuba, their home.
As the sun begins to set, it casts that oh-so-picture-perfect tint of
colors only found in the Caribbean.
That night, Oscar takes us for a stroll along the Malecón where under
the moonlight miles and miles of men and women sit along the waterfront
during the weekend. The massive crowds and the people's carefree no-rush
attitude impress me. The whole idea of hanging with friends to just sit
on a ledge and talk the night away seems so foreign. As cell phones are
quite expensive and most social-media websites are blocked, nobody is
looking at tiny computer screens. They are engaged, interested, and more
importantly valuing each other's time together. Gay groups sit among the
straight couples, and you'll easily notice them by their not-so-discreet
gazes. As we walk to another "cruising" area, every crevice or ledge is
filled with people. We rest under a dark and Sleepy Hollow-esque statue
of "Don Quixote in Vedado" and eavesdrop on Spanish conversations (my
Spanish teacher would be so proud I picked up the word bottom, pasivo).
Havana's gay scene and nightlife doesn't just take place on the streets.
Oscar takes us to a place called Café Cantante below the Nacional
Theatre that's hosting an event called il Divino. First, I visit the top
of the building that overlooks the lit-up Plaza de la Revolución where
an illuminated Che Guevera and Camilo Cienfuegos act as guardians over
the cars rolling around the circle. Downstairs, tables are set up, and,
slowly, people begin to trickle in. It's illuminated like a 90's roller
rink, and we're hardly expecting much modern music, or much at all. Then
the DJ plays US Top 40 with videos projected on both sides of the stage,
and by half past midnight, the oh-so-sexy crowd has overtaken the seats
and the bar is packed. A host comes on speaking machine-gun Spanish,
getting the crowd fired up. He shouts out to us few Americans, Germans,
Spanish, and then a dance number ensues. We're mesmerized and watch a
string of performances, while doing our best talking to the locals. I
learn quickly that buying a beer is way more effective than
chitchatting. We ask when the famous drag queen will hit the stage, and
we're told 5:30 A.M., and I am afraid my tired eyes will lose this
battle with Father Time.
Old Havana is crumbling," our guide tells us. "Over one building a day
currently collapses in the city, but it's because of tourism that we're
slowly beginning to rebuild and restore," he adds. The parts we
experience sing of Spain and most of the buildings in the tourist areas
are still in good condition.
When we arrive in the tourist-heavy part of Old Havana, it looks just
like I had always imagined. I'm standing adjacent to the old lighthouse.
Here, a young guard sits reading a book, she brushes her newly dyed red
hair out of her eyes and she angles her head up and uses her book as a
visor to see the clouds rolling in high above the centuries-old
buildings and trees. A wind whips their delicate leaves, and they fall
to the cobble-stoned plaza. Still green and still with much more time to
be had catching Caribbean sunlight, they become part of the sediment
that has held the stone together for centuries. They are pushed farther
into the ground by opened-toed tourist sandals belonging to curious
visitors and re-smushed by handed-down Nikes belonging to local vendors
hawking Che Guavera trinkets. One of the tree's wide-base roots
stretches far across to the El Templete monument and curves, snake-like
toward a bust of Christopher Columbus. The branches touch the
neo-classical monument gently brushing the façade like a grandmother
smoothing the cheek of her new grandchild.
"A storm is coming," the guard tells me while collecting ten CUCs and
placing the bill into her fanny pack. "Just a few minutes," she says
opening up the faded-white doors of El Templete. "I will have to shut
the doors if it rains." Inside El Templete there are three massive
floor-to-ceiling canvases by the French painter (who later moved to
Cuba) Jean Baptiste Vermay. The exquisite pieces give a first-hand look
into the importance of Cuba. They show, and more importantly allow me to
feel, the power, wealth, and divinity that came from the establishment
of the European New World.
Stepping out from the tomb-like quiet of the monument onto one of the
three main squares in Havana, Plaza de Armas, reveals a bustling scene.
I manage to make it around to a few vendors at the Second-Hand Book
Market, where eager salesmen who are trying to pawn off mostly
Spanish-language books about the Revolution quickly surround me. As I
settle a deal for a five-CUC paperback of The Old Man and the Sea and an
assortment of old prayer cards, I spot a raindrop stream down a graphic
novel, Revolucion Cubana. The vendors parachute plastic tarps over their
stands with such routine indifference I can only imagine how many times
this happens. I stroll with my group around the square. Drop. "It's just
a light drizzle," we convincingly repeat.
Drop, drop. Through the rain, we dodge into little shops, taking in the
local characters, and make our way through two more major plazas. Each
reveals an other-worldly, different-time charm. A young girl in an
orange quinceñera dress floats out of an old church, her parents
snapping photos, as she poses against the beautiful stonework, British
boys stumble through centuries-old courtyards with cigars and rum and
Cokes, and old women whose dresses are wet and sandals are worn sneak up
behind tourists begging for a CUC.
We make it to Plaza Vieja and duck into a microbrewery called Factoria
Plaza Vieja and sample the beers made on the premises and watch the
lively cast of characters. An old woman dances alone in the rain and is
joined by little children, while small dogs step across the cobblestone
square and weave through the modern sculpture of a rooster. The once
droplets have turned into monsoon-like conditions, and I watch the water
flow rapidly through the Old City. "The city has seen much worse," our
guide tells us, reflecting on past hurricanes. Through Spanish columns
an image of Che Guvera looks almost dystopian in the near-zero visibility.
The rain luckily subsides, and we are back in Plaza de Armas. The guard,
protected by a small umbrella, with near-perfect dry red hair, is still
waiting by the monument under dripping leaves. "They say," Oscar notes,
"This tree has been here since the founding of Cuba." I look up at the
branches still moving like a flag from the ocean winds. He takes my hand
and places it against the trunk. "See how smooth it is?" he says as I
brush my hand against an almost sanded-down ring on its trunk. "Each
year, people line up all the way down the street to celebrate the birth
of the nation, and we walk around the tree while still touching it," he
says like an old prophet. "Touch the tree and think of a wish, dream,
hope, or something you're thankful for and walk around three times, and
with each time drop a coin at the base."
One. I trace the tree first with my eyes closed thinking hard about a
personal wish that I send up through the trunk, and I open my eyes while
carefully stepping and see the square as it may have appeared in the
beginning and see the hopes and dreams of a colonizing people. Two. I
come around again and thank the tree for modern-day Cuba for the people,
for their hospitality, and I wish that they too will find answers for
the problems that they live with each day. Three. I come around for a
final time and think of Cuba's future, and I thank the tree that I am
already a small insignificant part of it.
Source: Uncovering Gay Havana, Cuba -- PASSPORT Magazine -
http://passportmagazine.com/havana-cuba-uncovering-gay-cuba/
After a 45-minute flight, we land on the cracked-concrete runway of José
Martí International Airport, walk off the plane onto a seemingly
deserted airstrip, and are greeted by a white bust of revolutionary José
Martí.
BY JOSEPH PEDRO
In old Havana there is a tree that's said to be older than the city
itself. It was here, though it was very young, when the Taíno people
would worship, venerate, and respect her as Ancient Mother. It was here
too, though a little older now, in 1519 when the Spanish first
established a settlement. The land was claimed, right beside her growing
roots, as San Cristóbal de la Habana. She provided shade for the first
mass and bestowed a breeze for the first council meeting. And as she
reached toward the heavens, so did a city. Becoming resilient and
strong, prosperous and wealthy, devout and ideological—she soon had a
home overlooking churches and plazas, statues and mansions that rivaled
those of Europe. She felt the breeze of independence and briefly felt it
taken away from her. As times changed, though, she witnessed the plight
of the Cuban people under a dictatorship and felt the mumblings of
revolution brush through her leaves. Then, in 1959, as winter drew to an
end she was here still to feel the rumbling of a tank shake her roots to
usher in spring and a new hope for her land. More than half a century
later, the wind again sways her branches and one of her leaves falls in
2014, twirling like a Sky Dancer, landing flatly on my head.
I am about to visit Havana, Cuba for a whirlwind three-day trip, and I
decide before boarding a charter flight from Miami to José Martí
International Airport, to drop the veil on my parochial American
upbringing, to observe and reflect on a country that has persevered
through difficult times, and embrace (not criticize) its convictions. Of
course, actually being in Havana, exploring, and meeting the people, I
am forced to modify this original declaration. Havana lends itself to
open-minded tourists who should be curious about the political system,
who want to question the state of the city, and who will dig deeper into
the country's modern-day ethos while understanding its past. And once
you find yourself sharing a mojito with a local, you may be surprised to
see just how open and honest they are about their lives and their
country. As my journey unfolds, I find the city to be a living testament
of its history and ideals, and I meet a proud people who have the
strength to overcome obstacles that the modern-day traveler may not
realize still exist.
I am able to visit Cuba because of loosened travel restrictions on
citizens of the USA thanks to a recent change in policy encouraged by
President Barack Obama. Now, tour companies are allowed to operate in
the island nation as long as they are licensed through the juggernaut
education-based travel program called People to People. My trip is
booked through Pride World Travel, a member of the IsramWorld portfolio
of brands, which is beginning their LGBT-focused tours of Cuba in 2015.
Because these are educational trips, Americans are still at the mercy of
the Cuban government that works to organize specific itineraries for
each group. If you don't feel like going along with the plans, too bad.
As long as the official government itinerary is in play, you're required
to be with your group. But as I learn during my trip, there is a
leniency depending on your guide. Luckily, my itinerary is relaxed and
filled with a steady stream of good food, fascinating people from the
LGBT community (including my guide), and even time to relax at the gay
beach.
I highly recommend visiting through a well-established tour company like
Pride World Travel. The company handled every little detail of the trip.
Having all the correct documents is especially nerve-wracking for
Americans visiting Cuba. The night before we depart from Miami, a
representative hands me a packet with everything I need. From a formal
letter granting me access and a visa to the required Cuban-issued health
insurance— everything is organized. Also, I receive the VIP treatment at
the Miami airport when, instead of waiting in line for the charter
flight, a representative greets us, takes our bags, and hands us all the
required customs forms that we'll need to enter Cuba.
After a 45-minute flight, we land on the cracked-concrete runway of José
Martí International Airport, walk off the plane onto a seemingly
deserted airstrip, and are greeted by a white bust of revolutionary José
Martí. Once through the doors, we are escorted into a flickering
neon-lit room filled with guards. I am so glad I have the paperwork in
order. The buildup and anxiety are unnecessary. The pleasant (and
handsome) agent takes my whole packet, stamps my passport (though I am
told you can request a separate sheet to be stamped), and I walk through
the door into the baggage claim area. Only one person in my group is
taken aside for further questioning (this is routine), but he rejoins us
a few minutes later.
s
Our on-the-ground tour company, Havana Tours, which is government owned,
whisks us through customs and takes us straight to a van. "Welcome to
Havana," shouts our guide, Oscar, who will be with us for the entire
trip. He quickly begins pointing things out, but it's hard to pay
attention. I'm in CUBA, keeps repeating in my head. CUBA! The old 1950's
American-made cars rumble by us, but they aren't exactly like the ones
in pictures. Most are beat-up, rusted, and loud, but they are still so
sexy and filled with men and women cruising with the windows down.
"Here's a school," he says pointing to a Creamsicle-orange building with
kids in white uniforms playing tetherball in the clay ground surrounded
by a lush baseball field. A propaganda billboard proclaiming "We Have
Socialism" with a picture of revolution leaders serves as their
backdrop. "All education up to a master's is free in Cuba," he proudly
exclaims. We all collectively shake our heads thinking of our enormous
student debts.
Then, we drive past the obelisk-like monument in Plaza de la Revolución
and whiz around the iconic images of Che Guevera ("Until the Everlasting
Victory, Always") and the lesser-known revolution leader Camilo
Cienfuegos ("You're Doing Fine, Fidel").
When we exit the turnabout plaza the street becomes a gorgeous,
Spanish-inspired boulevard with a tree-lined pedestrian median. Here is
where I get my first glimpse of the effects of Cuba's political and
economic climate. Each side of the avenue is lined with one stately
mansion after another even-more-impressive mansion. Large gates open to
reveal overgrown tropical flora and gorgeous Italianate-like buildings.
Each, though, has been weathered by the climate forcing their colors to
fade, but their beauty, and significance can easily still be admired.
"The people who lived here," our guide half-smirks, "Weren't too happy
about the Revolution." And you can understand why. "Oh, what the gays in
New York could do to this street," one other guest quips.
As the avenue curves toward the sea, we see our massive hotel, Meliá
Cohiba Hotel Havana.
Through the tour company, we have VIP service and are brought to "The
Level," a special check-in area with a private concierge (you'll be able
to exchange your US dollars here for the local currency, the Cuban
Convertible Peso or CUC). My accommodations are unexpectedly large; it's
a corner room with surrounding windows. I open the curtains, running
around my room pulling them to reveal a stunning view of the sea. A
large bed, two televisions (which get international channels), a Jacuzzi
tub, and most amenities one would expect, including Wi-Fi (for a hefty
price), from a modern hotel. We also take delight in the multiple
restaurants, the outdoor pool on the second floor, the large gym/sauna,
and the attention-to-every-detail customer service.
Celebrating our first night, we literally feast at a palador (privately
owned restaurant) called La Moraleja. We walk down a lighted, trellised
path to an indoor/outdoor dining area. The owner happily greets us and
lets us see his extensive wine collection. Importing more than a couple
bottles is illegal so this assortment has taken him and his father many
years to collect. Havana Tourism representatives meet us and, in a grand
show, we dine on chicken, lamb, lobster, traditional rice and beans,
fried yucca, clams, shrimp, and fried cheese. It's obvious, knowing a
bit about the food rationing that the socialist system in Cuba uses,
that our local company doesn't normally dine this way (of course, we
don't either). I'm hesitant to talk about it, but a fellow traveler
outright asks, in a non-disrespectful way: "You're not used to eating
like this are you?"
"No!" they all say laughing. Their candid response gives us our first
glimpse at the openness of the Cuban people. Our hosts freely explain
the ration books and what that gives them: rice, beans, and eggs. Taking
a bite out of a lobster tail one says: "It's why we are so lucky to have
been placed in tourism." It's a sobering moment, and we consider asking
for our food to go so we can share it with others. "No, no, no," they
insist, "You can leave it for the staff at the restaurant."
The conversation never treads on awkward, which is refreshing. We
compare apartment prices, talk about their travel restrictions, the new
iPhone, if they ever figured out how Whitney Houston died, and if New
York is just like the movies. The owner is happy we're visiting too. To
show his appreciation, he lights us Cuban cigars and brings us beautiful
rum. Taking a pull on the cigar, I think to myself: I could get used to
this.
After dinner, according to our official program, we're to meet an
activist group. So I am surprised when we arrive at a nightclub named
after the award-winning Cuban-produced gay movie Strawberry and
Chocolate called Café Fresa y Chocolate. Inside, there is a band waiting
for us called Aceituna sin Hueso. This café by day is attached to the
Cuban Film Institute and is a regular hangout for the arts community
(a.k.a gay), but at night, particularly once a month, the band (not
exactly an activist group) performs. "It's a place where everyone feels
safe," the bombshell lead singer Miriela Moreno tells me. By looking
around, you can see many more lesbian couples than gay men sitting at
the tables drinking Crystal beer. For non-Spanish speakers, Moreno's
music is still easily understood through her palpable soul-crushing
passion and the get-up-and-dance beats by her band. The group, who has
traveled abroad to Spain to perform, uses their lyrics to send
anti-homophobia and anti-prejudice messages, she tells me. I quickly
develop a straight crush on her as I gulp down several Bucanero beers
while watching them completely turn the small café into a Miami
Beach–style club.
A driver picks me up in the morning in a 1950's canary-yellow,
convertible Buick Dynaflow—it's that Havana moment I've read about. He
honks his horn to the tune of "Turkey in the Straw" as we drive down the
waterfront street called the Malecón. His horn pulsing to the rhythm of
the sea attracts the attention of the early-morning fishermen who turn
their attention away from their poles and give us a wave. The Cuban flag
proudly waves in front of a grand monument to Cuban Independence hero
Antonio Maceo Grajales who sits tall on his horse looking over the city.
The car breezes past the José Martí Anti-Imperialist Platform, the site
of tense anti-American protests, particularly during the Elián González
affair. We pass the statue of González's father holding a small Elián
and pointing to the United States Interests Section's glass-covered
building. Even while pointing it out, our guide is never awkward about
US and Cuban relations.
I take in my first views of the famous buildings along the Malecón.
Weathered by time, the buildings seem different depending on how the
early-morning sun hits them. The sun's struggling to pierce through the
dark clouds overhead, and the lighting reveals splendid patterns,
architectural accents, and varying states of decay and renovation. But
most of all, I think, it reveals a color spectrum that my eyes are
unaccustomed to seeing in New York. It reminds me of the colors from a
PAAS Easter egg coloring kit, each egg always turned out to be a new and
exciting shade. The row of buildings is peppered with new projects,
including a new government-owned hotel, which gives me hope that this
once-grand waterfront will be revitalized.
We then turn onto an unassuming street. In accordance with our
itinerary, we're to "Visit Paloma Project which promotes gender equality
(part of the Cuban Institute of Cinematographic Art and Industry and
meet with the Director Lizette Vila." A woman, no taller than 5'2″,
reaches her arms out for a hug as we reach the wrought-iron arched
entrance, and a lumbering dog lifts his head at the upcoming excitement.
She hugs each of us like a long-lost relative and leads us through the
well-manicured front garden and into the building. Trinkets (witches,
clocks, sage, figurines) and old photos (Castro, trans* activists,
famous singers) dot the walls, and we carefully try not to disturb the
large Santaria (local religion) shrine on the floor that's filled with
hopes, dreams, and prayers. We're brought into a small room and offered
tea and cookies, and we kindly accept (it is considered bad form not to
enjoy specially prepared food).
One by one, new people enter and sit with us in a tiny windowless room.
We form a circle and exchange those awkward first-meeting smiles.
Lizette Vila enters the room and goes around introducing everyone. "This
is Milena and Juani Santos," she says pointing to an older gentleman and
a young lady. "Juani is the first transgender person in Cuba, and Milena
has recently transitioned and is the focus of an upcoming documentary,"
she nonchalantly shares as our jaws nearly hit the floor.
She then continues and introduces Isabel Blanco, a famous ballerina who
now teaches acceptance and empowerment through dance; Ingrid Leon, who
produces documentaries about woman's rights and has just completed the
documentary about Milena; and Teresa de Jesús Fernández who works for
the government's gay-rights agency, Cenesex.
For a gay journalist, this room is a jackpot. I am ready to fire off
question after question, but it never becomes a structured interview, it
becomes a wonderful discussion that doesn't lend itself to an
uncomfortable middle-of-the-room recorder. We drop formalities, and we
talk, connecting with each other, undistracted like pre-iPhone days. We
learn of Juani's struggles growing up as the only girl among boys and
how he has found acceptance from his brothers after having pioneering
surgery in Copenhagen. Milena tells us about being kicked out of her
home and finding the government-supported resources and
government-provided medical treatments to make her into the woman that
she always knew she was. Ingrid discusses the difficulties of creating
documentaries in Cuba and the thrill of watching her controversial
pieces air on the state-run television channel and her hopes to show
them at international festivals.
It is Lizette Vila, whose passion for her work, her openness, and her
intelligence that captivates my attention most. Moving her hands with
wild gesticulations, reminding me of my Italian grandmother, she
discusses each person in the room's successes and troubles. Her empathy
and her understanding go far beyond the goal of the organization, which
is to advance equality through the arts. While her ideas on feminism and
the LGBT community seem quite progressive, even radical, she insists
that they are in line with the beliefs of many other people in the
country, including Mariela Castro, the director of Cinesex, and the
daughter of President Raúl Castro.
She likens Cuba to a strong, fertile, and beautiful woman whose
resilience in the face of revolution and embargoes continues to inspire
her and the arts community. And while she is lucky to travel around the
globe and meet with LGBT and feminist leaders, she continues to thank
socialism. "It's because of socialism and the Cuban government that we
exist," she tells us while placing her arm on my shoulder.
After long hugs and countless photos, our driver and Oscar have to
nearly pull us away, despite the excitement of our next stop, the gay beach.
Apparently, it is highly unusual for the government to give visitors who
are part of a planned tour such free time. After realizing that there
may be some leniency in their rigid schedule, I beg, like the literary
nerd I am, that our driver stop by Ernest Hemmingway's home where he
wrote Old Man in the Sea. I am told that after Hemmingway's children
came to see it recently, they closed it for renovations. As our van
heads down a village street, I begin to smell the salt water. Little
shops and restaurants dot the street, and men and women walk carelessly
through the middle of the road with fishing poles. In front of us is an
old and crumbling Spanish fort, long docks that seemingly stretch to
nowhere, and a round, baby-blue plaza with a bust of Hemmingway. A man
sings "Guantanamera" alone, children run up to us shouting "amigo," and
an old woman sits, legs crossed, dwarfed by the fort, gazing out. "This
is Cojimar, where Hemmingway was inspired to write his novel." Oscar
tells me. Sitting here by the bust, as I hand Tootsie Pops to the
children to quiet them, and watch fishermen row back into the docks
looking miniscule compared to the ocean, and I can see how Hemmingway
fell so in love with this town, the mysteries of Cuba, and, more
importantly, the sea. "But the old man always thought of her as feminine
and as something that gave or withheld great favors, and if she did wild
or wicked things it was because she could not help them," he wrote in
Old Man in the Sea in 1952.
I've made everyone late to the beach (by Cuban standards) as people
usually begin leaving around 4 P.M., but it's still filled with
fresh-face tanned youths sipping Cuban rum, and parsnip-colored tourists
lounging in rented chairs protected by rainbow-colored umbrellas. "Mi
Cayito is a place where the gay community can really be free," Oscar
tells us as a couple of transwomen walk by topless. We find a comfy spot
and make our way into the crystal-blue Caribbean waters while the locals
ogle at our foreignness. Unlike other gay beaches in the Caribbean, this
feels empty and safe (though I would, of course, use common sense). We
begin to recognize a familiar cast of characters who proudly promenade
up and down the sand runway sporting everything from thongs to one
pieces, holding hands, swigging glass rum bottles, kissing, and
celebrating life. We easily chat with locals who are interested in why
we're visiting, and we excite them when we say how much we have always
wanted to visit Cuba, their home.
As the sun begins to set, it casts that oh-so-picture-perfect tint of
colors only found in the Caribbean.
That night, Oscar takes us for a stroll along the Malecón where under
the moonlight miles and miles of men and women sit along the waterfront
during the weekend. The massive crowds and the people's carefree no-rush
attitude impress me. The whole idea of hanging with friends to just sit
on a ledge and talk the night away seems so foreign. As cell phones are
quite expensive and most social-media websites are blocked, nobody is
looking at tiny computer screens. They are engaged, interested, and more
importantly valuing each other's time together. Gay groups sit among the
straight couples, and you'll easily notice them by their not-so-discreet
gazes. As we walk to another "cruising" area, every crevice or ledge is
filled with people. We rest under a dark and Sleepy Hollow-esque statue
of "Don Quixote in Vedado" and eavesdrop on Spanish conversations (my
Spanish teacher would be so proud I picked up the word bottom, pasivo).
Havana's gay scene and nightlife doesn't just take place on the streets.
Oscar takes us to a place called Café Cantante below the Nacional
Theatre that's hosting an event called il Divino. First, I visit the top
of the building that overlooks the lit-up Plaza de la Revolución where
an illuminated Che Guevera and Camilo Cienfuegos act as guardians over
the cars rolling around the circle. Downstairs, tables are set up, and,
slowly, people begin to trickle in. It's illuminated like a 90's roller
rink, and we're hardly expecting much modern music, or much at all. Then
the DJ plays US Top 40 with videos projected on both sides of the stage,
and by half past midnight, the oh-so-sexy crowd has overtaken the seats
and the bar is packed. A host comes on speaking machine-gun Spanish,
getting the crowd fired up. He shouts out to us few Americans, Germans,
Spanish, and then a dance number ensues. We're mesmerized and watch a
string of performances, while doing our best talking to the locals. I
learn quickly that buying a beer is way more effective than
chitchatting. We ask when the famous drag queen will hit the stage, and
we're told 5:30 A.M., and I am afraid my tired eyes will lose this
battle with Father Time.
Old Havana is crumbling," our guide tells us. "Over one building a day
currently collapses in the city, but it's because of tourism that we're
slowly beginning to rebuild and restore," he adds. The parts we
experience sing of Spain and most of the buildings in the tourist areas
are still in good condition.
When we arrive in the tourist-heavy part of Old Havana, it looks just
like I had always imagined. I'm standing adjacent to the old lighthouse.
Here, a young guard sits reading a book, she brushes her newly dyed red
hair out of her eyes and she angles her head up and uses her book as a
visor to see the clouds rolling in high above the centuries-old
buildings and trees. A wind whips their delicate leaves, and they fall
to the cobble-stoned plaza. Still green and still with much more time to
be had catching Caribbean sunlight, they become part of the sediment
that has held the stone together for centuries. They are pushed farther
into the ground by opened-toed tourist sandals belonging to curious
visitors and re-smushed by handed-down Nikes belonging to local vendors
hawking Che Guavera trinkets. One of the tree's wide-base roots
stretches far across to the El Templete monument and curves, snake-like
toward a bust of Christopher Columbus. The branches touch the
neo-classical monument gently brushing the façade like a grandmother
smoothing the cheek of her new grandchild.
"A storm is coming," the guard tells me while collecting ten CUCs and
placing the bill into her fanny pack. "Just a few minutes," she says
opening up the faded-white doors of El Templete. "I will have to shut
the doors if it rains." Inside El Templete there are three massive
floor-to-ceiling canvases by the French painter (who later moved to
Cuba) Jean Baptiste Vermay. The exquisite pieces give a first-hand look
into the importance of Cuba. They show, and more importantly allow me to
feel, the power, wealth, and divinity that came from the establishment
of the European New World.
Stepping out from the tomb-like quiet of the monument onto one of the
three main squares in Havana, Plaza de Armas, reveals a bustling scene.
I manage to make it around to a few vendors at the Second-Hand Book
Market, where eager salesmen who are trying to pawn off mostly
Spanish-language books about the Revolution quickly surround me. As I
settle a deal for a five-CUC paperback of The Old Man and the Sea and an
assortment of old prayer cards, I spot a raindrop stream down a graphic
novel, Revolucion Cubana. The vendors parachute plastic tarps over their
stands with such routine indifference I can only imagine how many times
this happens. I stroll with my group around the square. Drop. "It's just
a light drizzle," we convincingly repeat.
Drop, drop. Through the rain, we dodge into little shops, taking in the
local characters, and make our way through two more major plazas. Each
reveals an other-worldly, different-time charm. A young girl in an
orange quinceñera dress floats out of an old church, her parents
snapping photos, as she poses against the beautiful stonework, British
boys stumble through centuries-old courtyards with cigars and rum and
Cokes, and old women whose dresses are wet and sandals are worn sneak up
behind tourists begging for a CUC.
We make it to Plaza Vieja and duck into a microbrewery called Factoria
Plaza Vieja and sample the beers made on the premises and watch the
lively cast of characters. An old woman dances alone in the rain and is
joined by little children, while small dogs step across the cobblestone
square and weave through the modern sculpture of a rooster. The once
droplets have turned into monsoon-like conditions, and I watch the water
flow rapidly through the Old City. "The city has seen much worse," our
guide tells us, reflecting on past hurricanes. Through Spanish columns
an image of Che Guvera looks almost dystopian in the near-zero visibility.
The rain luckily subsides, and we are back in Plaza de Armas. The guard,
protected by a small umbrella, with near-perfect dry red hair, is still
waiting by the monument under dripping leaves. "They say," Oscar notes,
"This tree has been here since the founding of Cuba." I look up at the
branches still moving like a flag from the ocean winds. He takes my hand
and places it against the trunk. "See how smooth it is?" he says as I
brush my hand against an almost sanded-down ring on its trunk. "Each
year, people line up all the way down the street to celebrate the birth
of the nation, and we walk around the tree while still touching it," he
says like an old prophet. "Touch the tree and think of a wish, dream,
hope, or something you're thankful for and walk around three times, and
with each time drop a coin at the base."
One. I trace the tree first with my eyes closed thinking hard about a
personal wish that I send up through the trunk, and I open my eyes while
carefully stepping and see the square as it may have appeared in the
beginning and see the hopes and dreams of a colonizing people. Two. I
come around again and thank the tree for modern-day Cuba for the people,
for their hospitality, and I wish that they too will find answers for
the problems that they live with each day. Three. I come around for a
final time and think of Cuba's future, and I thank the tree that I am
already a small insignificant part of it.
Source: Uncovering Gay Havana, Cuba -- PASSPORT Magazine -
http://passportmagazine.com/havana-cuba-uncovering-gay-cuba/
martes, 19 de enero de 2016
‘Guías’ en alquiler
'Guías' en alquiler
Agencias 'ofrecen' a jóvenes cubanos en sus páginas web
lunes, enero 18, 2016 | Ernesto Pérez Chang
LA HABANA, Cuba.- "No es prostitución. Se prostituye el que quiere", me
aclaró Jorge Lázaro, alias "Papito", cuando me describía en una
conversación por el chat el negocio que creó hace pocos años y que
dirige desde Ecuador, en asociación con personas en La Habana.
A Papito lo contacté a través de la página web de su "empresa" y me
atendió como al posible cliente que creyó que yo era. Le escribí que era
mexicano y que pensaba ir de vacaciones a La Habana, también que buscaba
pasarla bien, muy bien, y no hizo falta explicarle nada más para hacerle
saber qué tipo de placeres buscaba en Cuba. Me preguntó en qué fecha
pensaba viajar, cuántos días estaría y cuáles eran mis gustos. Le
inventé algunas fantasías sexuales con hombres jóvenes y entonces,
aunque me aclaró que él solo proporcionaba guías de turismo, prometió
enviarme por correo un catálogo de sus mejores "mercancías" (así,
literalmente, los describió) para que yo decidiera a cuál o a cuáles
"alquilar".
Efectivamente, a las pocas horas contaba en mi correo con una decena de
fotos de hombres semidesnudos, acompañados de una breve descripción de
sus roles sexuales, de sus "habilidades" como sujetos de compañía y de
sus honorarios.
El negocio de Papito no es único. Es uno de los tantos que existen en
Cuba y que dicen proporcionar guías turísticos a los visitantes
extranjeros para de ese modo disimular los verdaderos servicios que
ofertan. La isla se ha convertido en uno de los destinos claves en la
región para el turismo sexual gay y, en consecuencia, un alto por ciento
de la población masculina ha encontrado en la prostitución una vía para
obtener ingresos importantes, sobre todo al involucrarse en este tipo de
"asociaciones comerciales" que le aseguran cierta estabilidad con los
clientes y hasta protección, como nos asegura Hansel, un joven de 23
años que desde los 19 forma parte de varias empresas de "guías turísticos":
"Encuentras seguridad porque en la calle estás expuesto a que la gente
te vea y descubra que estás jineteando, incluso que te metan preso por
acoso al turismo o te pongan un acta de advertencia por prostitución,
pero lo peor, al menos para mí, es que me descubra mi mujer o mi papá y
entonces me enredo en tremendo problema porque yo siempre digo que el
dinero me lo gané arreglando una computadora o apostando o que vendí un
celular. (…) En la calle tienes que pasarte el día caminando de un lado
para otro, sudado, con hambre; en esto [en la empresa] yo no tengo que
hacer nada. Me llaman cuando aparece algo, incluso cobro más y en la
casa todos están más tranquilos porque parece que me llaman para un
trabajito, y como soy informático, nadie sospecha nada".
Vladimir tiene 52 años y fue bailarín de varios centros nocturnos de La
Habana pero un padecimiento crónico lo obligó a retirarse a inicios de
los años 90. Vivió durante mucho tiempo de prostituirse hasta que en el
2009, junto a su pareja que vive en Italia, decidió abrir un negocio
clandestino de guías de turismo y nos cuenta sobre las ventajas de su
iniciativa:
"Es un negocio y es prostitución, en eso estoy claro, pero la
prostitución no la inventé yo, ni la alta demanda, la prostitución está
aquí en Cuba en todas partes porque somos un país de turismo sexual, y
yo, para decirlo de algún modo, solo he organizado un poquito la calle y
le he resuelto la vida a unos cuantos muchachos que no tienen otra forma
de ganarse la vida y que al final estaban en la calle haciendo lo mismo
o peor. (…) Aquí ganan más, la policía no los acosa, ellos ponen sus
reglas y yo, con el perfil que me dan, les busco los puntos [los
clientes]. En ningún momento se les dice que tienen que acostarse con
nadie, pero ellos saben que ningún tipo viene a Cuba buscando machos
como guías de turismo simplemente para pasear y saber en qué año se
construyó el Capitolio, para eso mejor contratan a Eusebio Leal
[historiador de La Habana] y ya. (…) En la calle cualquier muchacho de
estos haría en el día entre 5 y 10 [dólares], aquí se van con 30 y hasta
50 y a veces más por cada cliente, con suerte hasta hacen su vida y
alguien los saca [del país] porque al final son jineteros pero no son de
la calle. (…) Aquí yo tengo de todo, menos menores de edad. (…) Sé que
dan dinero y que son muy buscados pero yo no me meto en esa candela. (…)
Aquí hay universitarios, policías, deportistas, travestis, lo que
quieras. (…) Aquí hay muchos que han llegado a La Habana como policías y
han terminado en la pasarela del [cine] Payret".
En páginas de clasificados en internet constantemente aparecen anuncios
convocando a jóvenes cubanos para "aplicar" como guías de turismo, sin
embargo, ninguna de las convocatorias exige conocimientos culturales,
históricos o de idiomas, solo enviar fotografías algo sensuales y poseer
un físico atractivo. Ernesto, un joven graduado universitario que no
encontraba trabajo en Holguín, su provincia natal, llegó y se instaló a
vivir en La Habana hace dos años no gracias a su currículum académico
sino a un par de imágenes de su cuerpo desnudo:
"Me las vi negras y sin pensarlo mucho mandé las fotos", cuenta Ernesto.
"Enseguida me llamaron y aquí estoy. (…) Decía [el anuncio] que era para
guías de turismo pero cuando te piden fotos ya uno sabe lo que están
buscando. (…) En Holguín es difícil jinetear porque te conocen, la gente
habla y, además, no puedes cobrar mucho como aquí en La Habana. (…) Yo
nunca luché [prostituirse] en el Parque Central ni en el Bim Bom [punto
de prostitución en El Vedado], desde que vine fue para esto y ya me
consiguieron el cambio de dirección y hasta me pagan mi alquiler porque,
modestia aparte, soy bueno en lo que hago y siempre me llaman. (…) Soy
ingeniero eléctrico y después del servicio social me mandaron para un
laboratorio donde solo ganaba 365 pesos [unos 15 dólares] al mes. (…)
Por un amigo que tenía internet en la casa a veces chateábamos con
extranjeros para ver si algo se pegaba pero todo era infladera
[palabrería], (…) hasta que vimos el anuncio y los dos mandamos fotos. A
los dos nos escogieron y en eso estamos. (…) Mi amigo es ingeniero,
igual que yo, y los padres son médicos pero eso no sirve para nada".
"Este tipo de negocios existe en todas partes, hasta en los Estados
Unidos, en España, en África, para nada es exclusivo de Cuba", nos dice
Lian, más conocido como "Romance", una travesti que dirige un pequeño
negocio de acompañantes y masajistas masculinos. Según ella, este tipo
de empresas en Cuba llaman la atención "porque aquí siempre se ha negado
que existe la prostitución aun cuando la respiras hasta en las
alcantarillas. Desde que te bajas del avión la hueles hasta en los
[oficiales] de la aduana, en los taxistas. Lo que nos diferencia de
otros países es que el gobierno piensa que al no hablar de eso,
simplemente no existe. (…) Es penada por la ley pero es tanta que no hay
manera de mandar a tanta gente a la cárcel y, lo mejor de todo, no
constituye un problema moral para las numerosas familias que dependen de
la prostitución. (…) Hay mucha gente hipócrita que piensa que
prostituirse solo es estar en una esquina fleteando [insinuándose], pero
prostituirse también es acostarse con el jefe por un viajecito o por
unas vacaciones en Cayo Coco, por un módulo de aseo; prostituirse es
dejarse toquetear por el profesor para que te dé 5 puntos [aprobar con
sobresaliente] o casarse con un extranjero para no pasar el mismo
trabajo que pasan los pobrecitos proletarios de patria o muerte
venceremos. (…) El gobierno tiene que dejarse de bobería porque se sabe
que si este país ha resistido tanta hambre ha sido a base de sexo y no
de consignas. (…) No creo que la ONAT jamás nos reconozca como
cuentapropistas, a pesar de todo el dinero que aportamos a este país,
pero llegará el día en que nos hagan un monumento".
Con los más diversos y sugestivos nombres, que casi siempre evocan
famosas zonas de tolerancia de La Habana como el Parque Central, el
Almendares, el cabaret Las Vegas, la playa Mi Cayito o el centro
cultural El Mejunje, en Santa Clara, hoy en Cuba se cuentan más de
veinte las pequeñas empresas, algunas con páginas web en internet, que
solapadamente viven de promocionar el turismo sexual gay en la isla, uno
de los "productos" que más visitantes extranjeros atrae y, quizás, de
los que más aportan si no a las arcas del Estado, al menos a las
economías familiares.
Source: 'Guías' en alquiler | Cubanet -
https://www.cubanet.org/destacados/guias-turisticos-en-alquiler/
Agencias 'ofrecen' a jóvenes cubanos en sus páginas web
lunes, enero 18, 2016 | Ernesto Pérez Chang
LA HABANA, Cuba.- "No es prostitución. Se prostituye el que quiere", me
aclaró Jorge Lázaro, alias "Papito", cuando me describía en una
conversación por el chat el negocio que creó hace pocos años y que
dirige desde Ecuador, en asociación con personas en La Habana.
A Papito lo contacté a través de la página web de su "empresa" y me
atendió como al posible cliente que creyó que yo era. Le escribí que era
mexicano y que pensaba ir de vacaciones a La Habana, también que buscaba
pasarla bien, muy bien, y no hizo falta explicarle nada más para hacerle
saber qué tipo de placeres buscaba en Cuba. Me preguntó en qué fecha
pensaba viajar, cuántos días estaría y cuáles eran mis gustos. Le
inventé algunas fantasías sexuales con hombres jóvenes y entonces,
aunque me aclaró que él solo proporcionaba guías de turismo, prometió
enviarme por correo un catálogo de sus mejores "mercancías" (así,
literalmente, los describió) para que yo decidiera a cuál o a cuáles
"alquilar".
Efectivamente, a las pocas horas contaba en mi correo con una decena de
fotos de hombres semidesnudos, acompañados de una breve descripción de
sus roles sexuales, de sus "habilidades" como sujetos de compañía y de
sus honorarios.
El negocio de Papito no es único. Es uno de los tantos que existen en
Cuba y que dicen proporcionar guías turísticos a los visitantes
extranjeros para de ese modo disimular los verdaderos servicios que
ofertan. La isla se ha convertido en uno de los destinos claves en la
región para el turismo sexual gay y, en consecuencia, un alto por ciento
de la población masculina ha encontrado en la prostitución una vía para
obtener ingresos importantes, sobre todo al involucrarse en este tipo de
"asociaciones comerciales" que le aseguran cierta estabilidad con los
clientes y hasta protección, como nos asegura Hansel, un joven de 23
años que desde los 19 forma parte de varias empresas de "guías turísticos":
"Encuentras seguridad porque en la calle estás expuesto a que la gente
te vea y descubra que estás jineteando, incluso que te metan preso por
acoso al turismo o te pongan un acta de advertencia por prostitución,
pero lo peor, al menos para mí, es que me descubra mi mujer o mi papá y
entonces me enredo en tremendo problema porque yo siempre digo que el
dinero me lo gané arreglando una computadora o apostando o que vendí un
celular. (…) En la calle tienes que pasarte el día caminando de un lado
para otro, sudado, con hambre; en esto [en la empresa] yo no tengo que
hacer nada. Me llaman cuando aparece algo, incluso cobro más y en la
casa todos están más tranquilos porque parece que me llaman para un
trabajito, y como soy informático, nadie sospecha nada".
Vladimir tiene 52 años y fue bailarín de varios centros nocturnos de La
Habana pero un padecimiento crónico lo obligó a retirarse a inicios de
los años 90. Vivió durante mucho tiempo de prostituirse hasta que en el
2009, junto a su pareja que vive en Italia, decidió abrir un negocio
clandestino de guías de turismo y nos cuenta sobre las ventajas de su
iniciativa:
"Es un negocio y es prostitución, en eso estoy claro, pero la
prostitución no la inventé yo, ni la alta demanda, la prostitución está
aquí en Cuba en todas partes porque somos un país de turismo sexual, y
yo, para decirlo de algún modo, solo he organizado un poquito la calle y
le he resuelto la vida a unos cuantos muchachos que no tienen otra forma
de ganarse la vida y que al final estaban en la calle haciendo lo mismo
o peor. (…) Aquí ganan más, la policía no los acosa, ellos ponen sus
reglas y yo, con el perfil que me dan, les busco los puntos [los
clientes]. En ningún momento se les dice que tienen que acostarse con
nadie, pero ellos saben que ningún tipo viene a Cuba buscando machos
como guías de turismo simplemente para pasear y saber en qué año se
construyó el Capitolio, para eso mejor contratan a Eusebio Leal
[historiador de La Habana] y ya. (…) En la calle cualquier muchacho de
estos haría en el día entre 5 y 10 [dólares], aquí se van con 30 y hasta
50 y a veces más por cada cliente, con suerte hasta hacen su vida y
alguien los saca [del país] porque al final son jineteros pero no son de
la calle. (…) Aquí yo tengo de todo, menos menores de edad. (…) Sé que
dan dinero y que son muy buscados pero yo no me meto en esa candela. (…)
Aquí hay universitarios, policías, deportistas, travestis, lo que
quieras. (…) Aquí hay muchos que han llegado a La Habana como policías y
han terminado en la pasarela del [cine] Payret".
En páginas de clasificados en internet constantemente aparecen anuncios
convocando a jóvenes cubanos para "aplicar" como guías de turismo, sin
embargo, ninguna de las convocatorias exige conocimientos culturales,
históricos o de idiomas, solo enviar fotografías algo sensuales y poseer
un físico atractivo. Ernesto, un joven graduado universitario que no
encontraba trabajo en Holguín, su provincia natal, llegó y se instaló a
vivir en La Habana hace dos años no gracias a su currículum académico
sino a un par de imágenes de su cuerpo desnudo:
"Me las vi negras y sin pensarlo mucho mandé las fotos", cuenta Ernesto.
"Enseguida me llamaron y aquí estoy. (…) Decía [el anuncio] que era para
guías de turismo pero cuando te piden fotos ya uno sabe lo que están
buscando. (…) En Holguín es difícil jinetear porque te conocen, la gente
habla y, además, no puedes cobrar mucho como aquí en La Habana. (…) Yo
nunca luché [prostituirse] en el Parque Central ni en el Bim Bom [punto
de prostitución en El Vedado], desde que vine fue para esto y ya me
consiguieron el cambio de dirección y hasta me pagan mi alquiler porque,
modestia aparte, soy bueno en lo que hago y siempre me llaman. (…) Soy
ingeniero eléctrico y después del servicio social me mandaron para un
laboratorio donde solo ganaba 365 pesos [unos 15 dólares] al mes. (…)
Por un amigo que tenía internet en la casa a veces chateábamos con
extranjeros para ver si algo se pegaba pero todo era infladera
[palabrería], (…) hasta que vimos el anuncio y los dos mandamos fotos. A
los dos nos escogieron y en eso estamos. (…) Mi amigo es ingeniero,
igual que yo, y los padres son médicos pero eso no sirve para nada".
"Este tipo de negocios existe en todas partes, hasta en los Estados
Unidos, en España, en África, para nada es exclusivo de Cuba", nos dice
Lian, más conocido como "Romance", una travesti que dirige un pequeño
negocio de acompañantes y masajistas masculinos. Según ella, este tipo
de empresas en Cuba llaman la atención "porque aquí siempre se ha negado
que existe la prostitución aun cuando la respiras hasta en las
alcantarillas. Desde que te bajas del avión la hueles hasta en los
[oficiales] de la aduana, en los taxistas. Lo que nos diferencia de
otros países es que el gobierno piensa que al no hablar de eso,
simplemente no existe. (…) Es penada por la ley pero es tanta que no hay
manera de mandar a tanta gente a la cárcel y, lo mejor de todo, no
constituye un problema moral para las numerosas familias que dependen de
la prostitución. (…) Hay mucha gente hipócrita que piensa que
prostituirse solo es estar en una esquina fleteando [insinuándose], pero
prostituirse también es acostarse con el jefe por un viajecito o por
unas vacaciones en Cayo Coco, por un módulo de aseo; prostituirse es
dejarse toquetear por el profesor para que te dé 5 puntos [aprobar con
sobresaliente] o casarse con un extranjero para no pasar el mismo
trabajo que pasan los pobrecitos proletarios de patria o muerte
venceremos. (…) El gobierno tiene que dejarse de bobería porque se sabe
que si este país ha resistido tanta hambre ha sido a base de sexo y no
de consignas. (…) No creo que la ONAT jamás nos reconozca como
cuentapropistas, a pesar de todo el dinero que aportamos a este país,
pero llegará el día en que nos hagan un monumento".
Con los más diversos y sugestivos nombres, que casi siempre evocan
famosas zonas de tolerancia de La Habana como el Parque Central, el
Almendares, el cabaret Las Vegas, la playa Mi Cayito o el centro
cultural El Mejunje, en Santa Clara, hoy en Cuba se cuentan más de
veinte las pequeñas empresas, algunas con páginas web en internet, que
solapadamente viven de promocionar el turismo sexual gay en la isla, uno
de los "productos" que más visitantes extranjeros atrae y, quizás, de
los que más aportan si no a las arcas del Estado, al menos a las
economías familiares.
Source: 'Guías' en alquiler | Cubanet -
https://www.cubanet.org/destacados/guias-turisticos-en-alquiler/
miércoles, 13 de enero de 2016
El matrimonio gay sigue esperando por la Asamblea Nacional
El matrimonio gay sigue esperando por la Asamblea Nacional
MARÍA MATIENZO PUERTO | La Habana | 12 Ene 2016 - 5:43 pm.
El Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) parece no tener una
postura definida sobre la carta abierta que activistas de la comunidad
LGBTIH cienfueguera le hicieran llegar en diciembre, acompañada por 200
firmas, para que la remitiera a la Asamblea Nacional del Poder Popular.
DIARIO DE CUBA ha intentado contactar al asesor jurídico de la
institución, Manuel Vázquez Seijido, y ha encontrado evasivas por respuesta.
El mecanismo para acceder a los funcionarios del CENESEX es complejo, en
tanto se debe primero pasar por un custodio que no ofrece ninguna
información y por una recepcionista que ni siquiera está familiarizada
con términos como LGBTIH o unión civil. Los teléfonos nunca son atendidos.
La demanda de la comunidad LGBTIH no se discutió o no estuvo entre los
temas de la más reciente sesión de la Asamblea Nacional que la
televisión estatal consideró apropiado televisar.
La carta abierta de las organizaciones cienfuegueras, vinculadas al
CENESEX, no habría recibido respuesta, al menos públicamente.
En ella, los activistas pedían a Comisión de Asuntos Constitucionales y
Jurídicos agilizar la aprobación del matrimonio entre personas del mismo
sexo, algo por lo que la comunidad LGBTIH cubana espera desde hace años.
En La Habana, algunos estuvieron atentos por si había sorpresivos
progresos en el tema.
"Nada, no ha pasado nada", coincidieron varios entrevistados.
"Lo que necesitamos es acabar de unirnos y que no sean 200 las firmas si
no los millones que ya debemos ser en Cuba, y dejar de presentar tanta
carta a través del CENESEX y su directora Mariela Castro, que al final
no resuelve nada tampoco", comentó Gabriel.
Afirmó tener esperanzas en que un movimiento a través de las redes
sociales u otro tipo de iniciativa por los derechos sexuales encuentre
apoyo también de personas "que no son ni gays ni lesbianas".
Clarita, una señora de 76 años, dijo que está dispuesta a firmar lo que
sea, con tal de que su hijo "tenga el derecho de consolidar su felicidad".
"No perdí las esperanzas aunque mis amigas me dijeron que era una boba",
afirmó Eva. "Por el momento, creo que nos tendremos que conformar con
poder tener bares y shows de travestis; nada más".
Melany opinó que no se pueden exigir derechos sexuales si no se tienen
los derechos humanos básicos. A su pareja le cuesta más trabajo
entenderlo porque apoya la política del CENESEX por completo.
A Samy sí le gustaría casarse. "¿Por qué no nos enteramos" de la carta
abierta de la comunidad LGBTIH cienfueguera?, preguntó. "La hubiésemos
hecho correr como pólvora por la ciudad".
Omar y Radamet hicieron una boda simbólica entre amigos, pero no tienen
ningún derecho compartido.
Orlando e Iván no le prestan mucha atención al asunto, pues tras
veintitantos años de relación creen que firmar un papel no cambiará nada
entre ellos. Son parte de los miembros de la comunidad LGBTIH que no
están interesados en el matrimonio gay, pero apoyan que se apruebe.
"Está bien, no me interesa, pero dame el derecho para yo hacer con él lo
que me dé la gana", dijo César.
Para otros, los temas relacionados con la herencia, la distribución de
bienes y la adopción son importantes cuando se habla de legalizar la
unión entre personas que se aman y que son del mismo sexo.
Source: El matrimonio gay sigue esperando por la Asamblea Nacional |
Diario de Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1452616985_19423.html
MARÍA MATIENZO PUERTO | La Habana | 12 Ene 2016 - 5:43 pm.
El Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) parece no tener una
postura definida sobre la carta abierta que activistas de la comunidad
LGBTIH cienfueguera le hicieran llegar en diciembre, acompañada por 200
firmas, para que la remitiera a la Asamblea Nacional del Poder Popular.
DIARIO DE CUBA ha intentado contactar al asesor jurídico de la
institución, Manuel Vázquez Seijido, y ha encontrado evasivas por respuesta.
El mecanismo para acceder a los funcionarios del CENESEX es complejo, en
tanto se debe primero pasar por un custodio que no ofrece ninguna
información y por una recepcionista que ni siquiera está familiarizada
con términos como LGBTIH o unión civil. Los teléfonos nunca son atendidos.
La demanda de la comunidad LGBTIH no se discutió o no estuvo entre los
temas de la más reciente sesión de la Asamblea Nacional que la
televisión estatal consideró apropiado televisar.
La carta abierta de las organizaciones cienfuegueras, vinculadas al
CENESEX, no habría recibido respuesta, al menos públicamente.
En ella, los activistas pedían a Comisión de Asuntos Constitucionales y
Jurídicos agilizar la aprobación del matrimonio entre personas del mismo
sexo, algo por lo que la comunidad LGBTIH cubana espera desde hace años.
En La Habana, algunos estuvieron atentos por si había sorpresivos
progresos en el tema.
"Nada, no ha pasado nada", coincidieron varios entrevistados.
"Lo que necesitamos es acabar de unirnos y que no sean 200 las firmas si
no los millones que ya debemos ser en Cuba, y dejar de presentar tanta
carta a través del CENESEX y su directora Mariela Castro, que al final
no resuelve nada tampoco", comentó Gabriel.
Afirmó tener esperanzas en que un movimiento a través de las redes
sociales u otro tipo de iniciativa por los derechos sexuales encuentre
apoyo también de personas "que no son ni gays ni lesbianas".
Clarita, una señora de 76 años, dijo que está dispuesta a firmar lo que
sea, con tal de que su hijo "tenga el derecho de consolidar su felicidad".
"No perdí las esperanzas aunque mis amigas me dijeron que era una boba",
afirmó Eva. "Por el momento, creo que nos tendremos que conformar con
poder tener bares y shows de travestis; nada más".
Melany opinó que no se pueden exigir derechos sexuales si no se tienen
los derechos humanos básicos. A su pareja le cuesta más trabajo
entenderlo porque apoya la política del CENESEX por completo.
A Samy sí le gustaría casarse. "¿Por qué no nos enteramos" de la carta
abierta de la comunidad LGBTIH cienfueguera?, preguntó. "La hubiésemos
hecho correr como pólvora por la ciudad".
Omar y Radamet hicieron una boda simbólica entre amigos, pero no tienen
ningún derecho compartido.
Orlando e Iván no le prestan mucha atención al asunto, pues tras
veintitantos años de relación creen que firmar un papel no cambiará nada
entre ellos. Son parte de los miembros de la comunidad LGBTIH que no
están interesados en el matrimonio gay, pero apoyan que se apruebe.
"Está bien, no me interesa, pero dame el derecho para yo hacer con él lo
que me dé la gana", dijo César.
Para otros, los temas relacionados con la herencia, la distribución de
bienes y la adopción son importantes cuando se habla de legalizar la
unión entre personas que se aman y que son del mismo sexo.
Source: El matrimonio gay sigue esperando por la Asamblea Nacional |
Diario de Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1452616985_19423.html
jueves, 7 de enero de 2016
Otras Fátimas, el mismo Parque de la Fraternidad
Otras Fátimas, el mismo Parque de la Fraternidad
YUSIMÍ RODRÍGUEZ LÓPEZ | La Habana | 6 Ene 2016 - 4:00 pm.
Es miércoles y apenas son las nueve de la noche. Algunos bancos del
Parque de la Fraternidad están ocupados por gente de cara cansada, en
espera de alguna de las guaguas que tienen su parada ahí, para regresar
a casa. En otro dormita un indigente con un perro a sus pies. Y en otro,
un indigente sin perro. También quedan algunos vendedores de maní,
pasteles, galletas dulces, chiclets. A esta hora no tienen energía para
pregonar; caminan silenciosos entre la gente con su mercancía y la
anuncian en voz baja o se dejan caer en un banco a esperar que alguien
les compre. También hay policías. Algunos hacen ronda con sus perros,
otros se plantan como postes en alguna esquina.
Pero en algunos bancos se ven mujeres jóvenes, sentadas con glamour,
exhibiendo piernas y muslos de top model bajo unos vestiditos diminutos.
No hay que acercarse a cinco metros para saber que son travestis. Mi
fotógrafo las distingue a más de diez.
Bellas de noche… ¿y de día?
Lo más llamativo es su disposición a conversar. No necesito terminar de
presentarme ni explicar que trabajo para un medio de prensa alternativo,
para que me sonrían y digan "Sí, claro. ¿Qué quieres saber?"
Susan tiene 20 años y hace su vida diurna y nocturna vestida de mujer.
Siempre ha hecho lo que ha querido y su familia la acepta, eso es lo que
le importa. No puedo evitar fijarme en sus senos que asoman sobre el
escote. "No uso implantes. Esto es natural, de hormonas".
Su amiga Jacqueline tampoco usa implantes ni se ha hormonado nunca, pero
también tiene senos, pequeños. "Siempre he sido así, tetuda". A
diferencia de Susan sí ha sufrido la discriminación por parte de su
familia y no viste de mujer durante el día. "Hay que tener para eso, en
la oscuridad es otra cosa. Además, está la gente…".
Jennifer y Rihanna, otras dos muchachas, también visten de mujer de
noche… y de día. Rihanna tiene 23 años, pero no hace mucho que decidió
travestirse. Su amiga Jennifer, de 17, se traviste desde los 13 o 14
años. Su madre la acepta como es y su padre "no cuenta". El de Rihanna
la apoya en todo y hasta "conoce a mis novios".
Las muchachas no solo se dejan fotografiar por Juan. Les encanta.
Jennifer solo tiene una preocupación: "¿Podemos ver las fotos?" Me
encantaría pasárselas, que las tengan, pero Rihanna me dice que no traen
los celulares. "Aquí hay tipos que te asaltan. Se hacen los que quieren
estar contigo, te llevan para un rincón y tratan de quitarte el dinero o
lo que tengas encima". En el banco, junto a ellas, hay dos muchachos muy
jóvenes y varoniles, que hablaban con ellas antes de que me acercara.
Ahora guardan silencio, pero siguen en el banco.
"¿Ellos no las defienden?", pregunto.
Rihanna: "Sí, cuando están cerca. Pero ellos no van hasta el mismo lugar
donde voy a estar con el tipo."
Jennifer: "La mayor parte del tiempo tenemos que defendernos solas."
No todas se dejan fotografiar. A Jacqueline no le gustan las fotos, en
general. Pero hay otra muchacha, sola en un banco, a la que me acerco y
aunque accede a conversar, no deja que le tomen fotos. "Trabajo en
planificación física de una empresa de la que no te voy a decir el
nombre. De día, hago mi vida normal de gay. No es lo mismo ser gay que
ser travesti. A los gays la gente los acepta un poquito más, pero ya
cuando te vistes de mujer y eso… A mí en el trabajo me respetan, pero
ahí voy vestido de varón. En mi edificio saben que me visto de mujer y
eso, pero solo de noche".
¿Y tú qué haces de noche?
Susan trabajó un tiempo en un hospital y sí iba vestida de mujer. "Pero
sin faltar el respeto, claro, con vestidos largos y eso. No se me habría
ocurrido ir en minifalda. Nunca tuve problemas con mi jefe, la gente me
respetaba como soy".
¿Por qué lo dejaste?, le pregunto.
Susan: "Era mucho trabajo, malas noches, toda la madrugada despierta."
DDC: "Aquí también estás toda la noche."
Susan: "Pero aquí una viene a divertirse, a pasarla bien, a encontrarse
con las amistades…"
No se menciona la palabra prostitución. Jacqueline dice que ellas van
allí a conversar. "Si aparece alguien y quiere estar conmigo…"
Rihana: "Los hombres vienen aquí porque quieren estar con un travesti y
saben que aquí hay."
La solitaria del banco dice que viene "a ligar".
Pero una de ellas es más directa: "yo sí cobro. Cuba es el único lugar
donde no se le da valor al cuerpo. Yo no los obligo. Ellos vienen porque
quieren y saben que cuesta. No robo ni mato a nadie. Es mi cuerpo".
Mientras habla, veo venir a un policía con el perro y no puedo evitar
tensarme, pero sigue de largo. "Ese no es malo, no se mete con nosotras".
¿Legalmente hablando?
Sin embargo, los policías aparecen con frecuencia en un camión y las
"cargan".
Jennifer: "Cuando los vemos venir, salimos corriendo. Y después,
regresamos."
DDC: "¿Por qué siguen viniendo si saben que va a venir la policía y se
las va a llevar?"
Jennifer: "Porque yo soy más fuerte que ellos y no me van a decir lo que
tengo que hacer con mi cuerpo."
La solitaria del banco afirma que no la molesta la policía. "El problema
es que aquí no todas somos iguales. Las hay que son delincuentes, que
hacen cosas ilegales, se portan mal…"
Susan: "A veces, lo que estamos haciendo es conversar con alguien.
Vienen, nos piden el carné y nos llevan. No es por estar vestido de
mujer, ya eso no es delito. Es porque dicen que estamos en una zona
proclive a la prostitución."
Lo que ignora la mayoría es que en nuestro país, la prostitución no
aparece como delito en el Código Penal. Su presencia evidenciaría que en
Cuba, como en cualquier país, existe la prostitución y las condiciones
que la generan. Aunque ninguna ha mencionado cifras, dejan claro que no
se van con nadie "por tres dólares". Pero tres dólares es más de lo que
gana diariamente cualquier persona que trabaja para el Estado.
Saber que la prostitución no figura como delito en el Código Penal
tampoco les serviría de mucho. En una conversación con un joven abogado
me entero de que el cargo por el que se arresta a cualquier persona,
mujer u hombre, bajo sospecha de prostitución, es "conducta
predelictiva". En la primera ocasión reciben una carta de advertencia.
Tras varias de esas cartas, la persona es recluida por un período de dos
años, si es la primera vez que va presa. En caso de ser reincidente, la
pena aumenta. Durante el juicio, sí se emplea la palabra prostitución.
DDC: "¿Vienen muchos extranjeros?"
Susan: "Más o menos."
Jennifer: "Yo creo que vienen más cubanos que extranjeros."
DDC: "¿Por qué no van a las fiestas, que ahora son legales, o a lugares
como Las Vegas o el Café Amor, que son del Estado? Allí no las va a
molestar la policía."
Susan: "Está el Colmado, la de la Víbora. Esas cuestan un peso y a veces
voy. Pero Las Vegas ya es más caro, son tres pesos; no siempre puedo
gastar tres pesos en eso. Además, es otro ambiente, otro tipo de personas."
Jacqueline: "No estoy para llegar a un lugar de esos y que se burlen de mí."
¿En el cuerpo equivocado?
Susan no desea una operación de reasignación sexual. "Un cambio de
identidad, sí, un carné con mi nombre de mujer".
Jacqueline: "El problema es también que lo que nos hace especiales es
esto. Ellos para estar con una mujer, se buscan una con la que puedan
tener hijos y todo eso. Tengo una amiga que tenía su pareja; se operó
para ser una mujer y el novio la dejó."
Les hablo de Wendy, primera mujer transexual cubana tras 20 años de la
primera operación, a quien entrevisté en 2014. Me contaba que no
soportaba mirarse "ahí abajo" cuando se bañaba, y que una vez le metió
un piñazo a un hombre que estaba con ella por mirarla.
A Susan tampoco le gusta que le toquen "eso", ni que le pidan que haga
el papel de "activa". Jacqueline también prefiere que no se lo pidan. La
solitaria del banco dice que para ella depende de la persona, de la
situación. "Algunos quieren que me ponga pasiva todo el tiempo, como las
mujeres. A otros lo que les excita es que detrás de esta imagen suave,
femenina, hay un hombre, y quieren que les haga de activo. Yo lo
disfruto si la persona me gusta mucho".
Jennifer y Rihanna no tienen problema con eso. Les da lo mismo ser
activos que pasivas. No les molesta que las toquen.
Jennifer: "Yo no me operaría porque sería una mujer más, y a ellos lo
que les gusta es que somos travestis. Yo no tengo problemas con ser activo."
Rihanna: "A mí me gustaría hacerme los senos, pero más nada. Lo otro me
lo dejan ahí."
La solitaria del banco no quiere ni los senos. Prefiere su cuerpo de
hombre y travestirse cuando quiere.
Susan: "Si yo alguna vez me operara no sería aquí. Si me fuera del país,
quizás me operaría."
DDC: "¿No confías en la medicina de nuestro país?"
Susan: "Tengo que confiar, pero esa operación no me la haría aquí."
DDC: "Afuera esa operación es carísima y aquí no te costaría nada."
Susan: "Prefiero pagar y estar segura de que las cosas salieron como
debían salir. Conozco gente que se ha operado y las cosas que he visto
no me parece que deban quedar así."
DDC: "¿Alguna se ha quejado?"
Susan: "No."
Jacqueline: "Pero hay gente que dice que no siente."
Susan: "De todas formas, yo encuentro eso ridículo. Si dijeras que
cuando me opere voy a tener mis ovarios, mi útero, mis hijos… Pero al
final, es tratar de ser algo que nunca seré. Por dentro siempre voy a
ser un hombre. Muchas se operan sin guardar el esperma en un banco ni nada.
DDC: "¿Quieres hijos?"
Susan: "Sí. No hay nada mejor que ver a un bebé crecer, cuidarlo…"
Pero aunque Susan guardara su esperma, hasta ahora la prioridad para los
tratamientos de inseminación artificial en Cuba la tienen las parejas
heterosexuales. Las personas agrupadas en la categoría LGBTI tampoco
pueden adoptar niños por ahora.
Ninguna de las otras desea tener hijos.
¿Y los novios?
Jacqueline: "Prefiero no tener a nadie. Ellos vienen a aprovecharse de
una. Comienzan diciéndote que tienes que ayudarlos, y terminan
quitándote el dinero. Te engatusan, te hacen creer que te quieren y lo
que quieren es ser chulos."
Las otras muchachas tampoco tienen un novio fijo por el momento. Susan
es la excepción.
Susan: "Yo empecé un romance con un muchacho que es bisexual, creo que
le intereso de verdad. Por lo menos no me pide dinero… Vamos a ver qué
pasa."
Source: Otras Fátimas, el mismo Parque de la Fraternidad | Diario de
Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1451795119_19216.html
YUSIMÍ RODRÍGUEZ LÓPEZ | La Habana | 6 Ene 2016 - 4:00 pm.
Es miércoles y apenas son las nueve de la noche. Algunos bancos del
Parque de la Fraternidad están ocupados por gente de cara cansada, en
espera de alguna de las guaguas que tienen su parada ahí, para regresar
a casa. En otro dormita un indigente con un perro a sus pies. Y en otro,
un indigente sin perro. También quedan algunos vendedores de maní,
pasteles, galletas dulces, chiclets. A esta hora no tienen energía para
pregonar; caminan silenciosos entre la gente con su mercancía y la
anuncian en voz baja o se dejan caer en un banco a esperar que alguien
les compre. También hay policías. Algunos hacen ronda con sus perros,
otros se plantan como postes en alguna esquina.
Pero en algunos bancos se ven mujeres jóvenes, sentadas con glamour,
exhibiendo piernas y muslos de top model bajo unos vestiditos diminutos.
No hay que acercarse a cinco metros para saber que son travestis. Mi
fotógrafo las distingue a más de diez.
Bellas de noche… ¿y de día?
Lo más llamativo es su disposición a conversar. No necesito terminar de
presentarme ni explicar que trabajo para un medio de prensa alternativo,
para que me sonrían y digan "Sí, claro. ¿Qué quieres saber?"
Susan tiene 20 años y hace su vida diurna y nocturna vestida de mujer.
Siempre ha hecho lo que ha querido y su familia la acepta, eso es lo que
le importa. No puedo evitar fijarme en sus senos que asoman sobre el
escote. "No uso implantes. Esto es natural, de hormonas".
Su amiga Jacqueline tampoco usa implantes ni se ha hormonado nunca, pero
también tiene senos, pequeños. "Siempre he sido así, tetuda". A
diferencia de Susan sí ha sufrido la discriminación por parte de su
familia y no viste de mujer durante el día. "Hay que tener para eso, en
la oscuridad es otra cosa. Además, está la gente…".
Jennifer y Rihanna, otras dos muchachas, también visten de mujer de
noche… y de día. Rihanna tiene 23 años, pero no hace mucho que decidió
travestirse. Su amiga Jennifer, de 17, se traviste desde los 13 o 14
años. Su madre la acepta como es y su padre "no cuenta". El de Rihanna
la apoya en todo y hasta "conoce a mis novios".
Las muchachas no solo se dejan fotografiar por Juan. Les encanta.
Jennifer solo tiene una preocupación: "¿Podemos ver las fotos?" Me
encantaría pasárselas, que las tengan, pero Rihanna me dice que no traen
los celulares. "Aquí hay tipos que te asaltan. Se hacen los que quieren
estar contigo, te llevan para un rincón y tratan de quitarte el dinero o
lo que tengas encima". En el banco, junto a ellas, hay dos muchachos muy
jóvenes y varoniles, que hablaban con ellas antes de que me acercara.
Ahora guardan silencio, pero siguen en el banco.
"¿Ellos no las defienden?", pregunto.
Rihanna: "Sí, cuando están cerca. Pero ellos no van hasta el mismo lugar
donde voy a estar con el tipo."
Jennifer: "La mayor parte del tiempo tenemos que defendernos solas."
No todas se dejan fotografiar. A Jacqueline no le gustan las fotos, en
general. Pero hay otra muchacha, sola en un banco, a la que me acerco y
aunque accede a conversar, no deja que le tomen fotos. "Trabajo en
planificación física de una empresa de la que no te voy a decir el
nombre. De día, hago mi vida normal de gay. No es lo mismo ser gay que
ser travesti. A los gays la gente los acepta un poquito más, pero ya
cuando te vistes de mujer y eso… A mí en el trabajo me respetan, pero
ahí voy vestido de varón. En mi edificio saben que me visto de mujer y
eso, pero solo de noche".
¿Y tú qué haces de noche?
Susan trabajó un tiempo en un hospital y sí iba vestida de mujer. "Pero
sin faltar el respeto, claro, con vestidos largos y eso. No se me habría
ocurrido ir en minifalda. Nunca tuve problemas con mi jefe, la gente me
respetaba como soy".
¿Por qué lo dejaste?, le pregunto.
Susan: "Era mucho trabajo, malas noches, toda la madrugada despierta."
DDC: "Aquí también estás toda la noche."
Susan: "Pero aquí una viene a divertirse, a pasarla bien, a encontrarse
con las amistades…"
No se menciona la palabra prostitución. Jacqueline dice que ellas van
allí a conversar. "Si aparece alguien y quiere estar conmigo…"
Rihana: "Los hombres vienen aquí porque quieren estar con un travesti y
saben que aquí hay."
La solitaria del banco dice que viene "a ligar".
Pero una de ellas es más directa: "yo sí cobro. Cuba es el único lugar
donde no se le da valor al cuerpo. Yo no los obligo. Ellos vienen porque
quieren y saben que cuesta. No robo ni mato a nadie. Es mi cuerpo".
Mientras habla, veo venir a un policía con el perro y no puedo evitar
tensarme, pero sigue de largo. "Ese no es malo, no se mete con nosotras".
¿Legalmente hablando?
Sin embargo, los policías aparecen con frecuencia en un camión y las
"cargan".
Jennifer: "Cuando los vemos venir, salimos corriendo. Y después,
regresamos."
DDC: "¿Por qué siguen viniendo si saben que va a venir la policía y se
las va a llevar?"
Jennifer: "Porque yo soy más fuerte que ellos y no me van a decir lo que
tengo que hacer con mi cuerpo."
La solitaria del banco afirma que no la molesta la policía. "El problema
es que aquí no todas somos iguales. Las hay que son delincuentes, que
hacen cosas ilegales, se portan mal…"
Susan: "A veces, lo que estamos haciendo es conversar con alguien.
Vienen, nos piden el carné y nos llevan. No es por estar vestido de
mujer, ya eso no es delito. Es porque dicen que estamos en una zona
proclive a la prostitución."
Lo que ignora la mayoría es que en nuestro país, la prostitución no
aparece como delito en el Código Penal. Su presencia evidenciaría que en
Cuba, como en cualquier país, existe la prostitución y las condiciones
que la generan. Aunque ninguna ha mencionado cifras, dejan claro que no
se van con nadie "por tres dólares". Pero tres dólares es más de lo que
gana diariamente cualquier persona que trabaja para el Estado.
Saber que la prostitución no figura como delito en el Código Penal
tampoco les serviría de mucho. En una conversación con un joven abogado
me entero de que el cargo por el que se arresta a cualquier persona,
mujer u hombre, bajo sospecha de prostitución, es "conducta
predelictiva". En la primera ocasión reciben una carta de advertencia.
Tras varias de esas cartas, la persona es recluida por un período de dos
años, si es la primera vez que va presa. En caso de ser reincidente, la
pena aumenta. Durante el juicio, sí se emplea la palabra prostitución.
DDC: "¿Vienen muchos extranjeros?"
Susan: "Más o menos."
Jennifer: "Yo creo que vienen más cubanos que extranjeros."
DDC: "¿Por qué no van a las fiestas, que ahora son legales, o a lugares
como Las Vegas o el Café Amor, que son del Estado? Allí no las va a
molestar la policía."
Susan: "Está el Colmado, la de la Víbora. Esas cuestan un peso y a veces
voy. Pero Las Vegas ya es más caro, son tres pesos; no siempre puedo
gastar tres pesos en eso. Además, es otro ambiente, otro tipo de personas."
Jacqueline: "No estoy para llegar a un lugar de esos y que se burlen de mí."
¿En el cuerpo equivocado?
Susan no desea una operación de reasignación sexual. "Un cambio de
identidad, sí, un carné con mi nombre de mujer".
Jacqueline: "El problema es también que lo que nos hace especiales es
esto. Ellos para estar con una mujer, se buscan una con la que puedan
tener hijos y todo eso. Tengo una amiga que tenía su pareja; se operó
para ser una mujer y el novio la dejó."
Les hablo de Wendy, primera mujer transexual cubana tras 20 años de la
primera operación, a quien entrevisté en 2014. Me contaba que no
soportaba mirarse "ahí abajo" cuando se bañaba, y que una vez le metió
un piñazo a un hombre que estaba con ella por mirarla.
A Susan tampoco le gusta que le toquen "eso", ni que le pidan que haga
el papel de "activa". Jacqueline también prefiere que no se lo pidan. La
solitaria del banco dice que para ella depende de la persona, de la
situación. "Algunos quieren que me ponga pasiva todo el tiempo, como las
mujeres. A otros lo que les excita es que detrás de esta imagen suave,
femenina, hay un hombre, y quieren que les haga de activo. Yo lo
disfruto si la persona me gusta mucho".
Jennifer y Rihanna no tienen problema con eso. Les da lo mismo ser
activos que pasivas. No les molesta que las toquen.
Jennifer: "Yo no me operaría porque sería una mujer más, y a ellos lo
que les gusta es que somos travestis. Yo no tengo problemas con ser activo."
Rihanna: "A mí me gustaría hacerme los senos, pero más nada. Lo otro me
lo dejan ahí."
La solitaria del banco no quiere ni los senos. Prefiere su cuerpo de
hombre y travestirse cuando quiere.
Susan: "Si yo alguna vez me operara no sería aquí. Si me fuera del país,
quizás me operaría."
DDC: "¿No confías en la medicina de nuestro país?"
Susan: "Tengo que confiar, pero esa operación no me la haría aquí."
DDC: "Afuera esa operación es carísima y aquí no te costaría nada."
Susan: "Prefiero pagar y estar segura de que las cosas salieron como
debían salir. Conozco gente que se ha operado y las cosas que he visto
no me parece que deban quedar así."
DDC: "¿Alguna se ha quejado?"
Susan: "No."
Jacqueline: "Pero hay gente que dice que no siente."
Susan: "De todas formas, yo encuentro eso ridículo. Si dijeras que
cuando me opere voy a tener mis ovarios, mi útero, mis hijos… Pero al
final, es tratar de ser algo que nunca seré. Por dentro siempre voy a
ser un hombre. Muchas se operan sin guardar el esperma en un banco ni nada.
DDC: "¿Quieres hijos?"
Susan: "Sí. No hay nada mejor que ver a un bebé crecer, cuidarlo…"
Pero aunque Susan guardara su esperma, hasta ahora la prioridad para los
tratamientos de inseminación artificial en Cuba la tienen las parejas
heterosexuales. Las personas agrupadas en la categoría LGBTI tampoco
pueden adoptar niños por ahora.
Ninguna de las otras desea tener hijos.
¿Y los novios?
Jacqueline: "Prefiero no tener a nadie. Ellos vienen a aprovecharse de
una. Comienzan diciéndote que tienes que ayudarlos, y terminan
quitándote el dinero. Te engatusan, te hacen creer que te quieren y lo
que quieren es ser chulos."
Las otras muchachas tampoco tienen un novio fijo por el momento. Susan
es la excepción.
Susan: "Yo empecé un romance con un muchacho que es bisexual, creo que
le intereso de verdad. Por lo menos no me pide dinero… Vamos a ver qué
pasa."
Source: Otras Fátimas, el mismo Parque de la Fraternidad | Diario de
Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1451795119_19216.html
miércoles, 6 de enero de 2016
Once A Prisoner In Cuba, A Transgender Cuban Vows To Never Return
Once A Prisoner In Cuba, A Transgender Cuban Vows To Never Return
By NADEGE GREEN • JAN 4, 2016
Ana Marrero pulls back her shirt sleeve and holds out her left arm.
"Look, in Cuban prisons I tried on various occasions to kill myself with
knives," she says.
She counts the succession of healed scars on her forearm. They look like
horizontal tally marks.
"Uno, dos, tres, quarto, cinco, seis, siete, ocho."
Eight times.
These days, it's a lot easier to travel between the U.S. and Cuba, but
some Cubans have no interest in going back to their homeland.
That's especially true for many transgender Cubans like Marrero, 54, who
lived in Cuba in the sixties and seventies. Back then, the Cuban
government had very rigid gender expectations and it regularly sent gay
and transgender people to prisons and labor camps for leading a
so-called "deviant lifestyle."
"It was horrible," says Marrero, who fled Cuba in 1980 on the Mariel
boatlift. "We couldn't have a life. In those days the Cuban government
was very backward and cruel about homosexuality."
She says gay and transgender prisoners were at the mercy of cruel guards.
"I met a gay man who had naturally large breasts and that bothered the
prison authorities so much that they operated on him to get rid of those
breasts," she says.
Marrero identified as female from a very young age. In Cuba, she would
wear her mother's clothes and makeup — and she paid the consequences.
"From the age of 10 to the age of 18 I was usually in prison in Cuba.
For simply being who I am," she says.
That Cuba, the Cuba Marrero knew, is changing.
Mariela Castro, President Raul Castro's daughter, is director of the
government's National Center for Sex Education and she's a leading
advocate for the gay and transgender community in Cuba — even leading
anti-homophobia marches in Havana.
In 2013 Cuba's parliament passed a ban forbidding discrimination in the
workplace based on sexual orientation. Mariela Castro, who is also a
parliament member, voted against the ban because it didn't include
protections for transgender people.
Since 2008, Cuba has offered free sex changes through the public health
system.
"In Cuba this is a slow process," Castro told Daily Xtra, a Canadian
website that covers the gay community. "We are trying to create a new
society, but changing people's conscience can be a slow process."
Castro added that in Cuba, homophobia and transphobia are still widespread.
Mariette Pathy Allen, an American photographer, has been photographing
transgender women in Cuba since 2013.
Allen says that for the women she's met, "it's a very hard life."
Despite some of the progress happening in the LGBT movement in Cuba,
many of the trans women Pathy photographs say they're still harassed and
detained by police. They also say they can't get jobs.
"A lot of them have no choice but to become prostitutes," says Allen.
And there are the threats of violence, especially outside Havana, in the
provinces.
Earlier this year, a trans woman was stoned to death near the western
city of Pinar del Rio, according to Cuban media reports. Activists in
Cuba called it a hate crime.
Still, many point to Mariela Castro as a beacon of hope and perhaps
long-term change for trans Cubans.
In Miami, Ana Marrero says she knows there's an evolution happening in Cuba.
"Yes, Mariela Castro has changed and opened up a lot of things there,"
she says. "If Mariela Castro had been there when I was living there
maybe I wouldn't have had to come here."
Marrero says the transphobia she experienced living in Cuba, she also
experienced here early on in Miami's Cuban exile community.
She says Cuban-American police officers used to stop her and accuse her
of being a prostitute. They questioned her gender and made unwanted
sexual advances at her.
"I felt very powerless," she says.
Just as a shift is happening slowly in Cuba, Marrero says she's also
seeing more acceptance of transgender people in Miami.
"Today I can walk more freely. I can go where I want. And I can be who I
want to be, without facing so much discrimination," she says.
And even with U.S. and Cuba relations normalizing now, she still can't
bring herself to ever go back home.
"I suffered too much trauma in Cuba. It would cause me too much panic to
return there. I wouldn't go back even for a short visit."
Her resolve hardens when she looks down at her arm. The self-inflicted
scars left from her life in Cuba's prisons are a permanent reminder of a
time when she could not be free — being herself.
Source: Once A Prisoner In Cuba, A Transgender Cuban Vows To Never
Return | WLRN -
http://wlrn.org/post/once-prisoner-cuba-transgender-cuban-vows-never-return
By NADEGE GREEN • JAN 4, 2016
Ana Marrero pulls back her shirt sleeve and holds out her left arm.
"Look, in Cuban prisons I tried on various occasions to kill myself with
knives," she says.
She counts the succession of healed scars on her forearm. They look like
horizontal tally marks.
"Uno, dos, tres, quarto, cinco, seis, siete, ocho."
Eight times.
These days, it's a lot easier to travel between the U.S. and Cuba, but
some Cubans have no interest in going back to their homeland.
That's especially true for many transgender Cubans like Marrero, 54, who
lived in Cuba in the sixties and seventies. Back then, the Cuban
government had very rigid gender expectations and it regularly sent gay
and transgender people to prisons and labor camps for leading a
so-called "deviant lifestyle."
"It was horrible," says Marrero, who fled Cuba in 1980 on the Mariel
boatlift. "We couldn't have a life. In those days the Cuban government
was very backward and cruel about homosexuality."
She says gay and transgender prisoners were at the mercy of cruel guards.
"I met a gay man who had naturally large breasts and that bothered the
prison authorities so much that they operated on him to get rid of those
breasts," she says.
Marrero identified as female from a very young age. In Cuba, she would
wear her mother's clothes and makeup — and she paid the consequences.
"From the age of 10 to the age of 18 I was usually in prison in Cuba.
For simply being who I am," she says.
That Cuba, the Cuba Marrero knew, is changing.
Mariela Castro, President Raul Castro's daughter, is director of the
government's National Center for Sex Education and she's a leading
advocate for the gay and transgender community in Cuba — even leading
anti-homophobia marches in Havana.
In 2013 Cuba's parliament passed a ban forbidding discrimination in the
workplace based on sexual orientation. Mariela Castro, who is also a
parliament member, voted against the ban because it didn't include
protections for transgender people.
Since 2008, Cuba has offered free sex changes through the public health
system.
"In Cuba this is a slow process," Castro told Daily Xtra, a Canadian
website that covers the gay community. "We are trying to create a new
society, but changing people's conscience can be a slow process."
Castro added that in Cuba, homophobia and transphobia are still widespread.
Mariette Pathy Allen, an American photographer, has been photographing
transgender women in Cuba since 2013.
Allen says that for the women she's met, "it's a very hard life."
Despite some of the progress happening in the LGBT movement in Cuba,
many of the trans women Pathy photographs say they're still harassed and
detained by police. They also say they can't get jobs.
"A lot of them have no choice but to become prostitutes," says Allen.
And there are the threats of violence, especially outside Havana, in the
provinces.
Earlier this year, a trans woman was stoned to death near the western
city of Pinar del Rio, according to Cuban media reports. Activists in
Cuba called it a hate crime.
Still, many point to Mariela Castro as a beacon of hope and perhaps
long-term change for trans Cubans.
In Miami, Ana Marrero says she knows there's an evolution happening in Cuba.
"Yes, Mariela Castro has changed and opened up a lot of things there,"
she says. "If Mariela Castro had been there when I was living there
maybe I wouldn't have had to come here."
Marrero says the transphobia she experienced living in Cuba, she also
experienced here early on in Miami's Cuban exile community.
She says Cuban-American police officers used to stop her and accuse her
of being a prostitute. They questioned her gender and made unwanted
sexual advances at her.
"I felt very powerless," she says.
Just as a shift is happening slowly in Cuba, Marrero says she's also
seeing more acceptance of transgender people in Miami.
"Today I can walk more freely. I can go where I want. And I can be who I
want to be, without facing so much discrimination," she says.
And even with U.S. and Cuba relations normalizing now, she still can't
bring herself to ever go back home.
"I suffered too much trauma in Cuba. It would cause me too much panic to
return there. I wouldn't go back even for a short visit."
Her resolve hardens when she looks down at her arm. The self-inflicted
scars left from her life in Cuba's prisons are a permanent reminder of a
time when she could not be free — being herself.
Source: Once A Prisoner In Cuba, A Transgender Cuban Vows To Never
Return | WLRN -
http://wlrn.org/post/once-prisoner-cuba-transgender-cuban-vows-never-return
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