Entrevista
En el Punto G de la Revolución
Ileana Medina y Manuel Zayas
Tenerife-Barcelona 24-02-2012 - 7:48 am.
Directora del CENESEX antes que Mariela Castro, la sexóloga alemana
Monika Krause opina sobre la homofobia cubana, la primera operación de
cambio de sexo, la censura de literatura científica y otros temas.
Monika Krause tenía apenas veinte años cuando se enamoró de un cubano,
capitán de la marina mercante, enviado a la ciudad portuaria de Rostock.
Como ciudadana de la República Democrática Alemania (RDA), necesitó de
una autorización para poder abandonar su país. "Cuando a finales de 1961
solicité el permiso de salida y el de poder casarme, me amenazaron con
expulsarme de la universidad si insistía en mi propósito de ir a vivir
en Cuba. Fue 'mi capitán' quien obtuvo los permisos", dice.
Krause emprendió un viaje sin retorno. Cuando regresó en 1990, ya la RDA
solo existía en el recuerdo. Había caído el Muro de Berlín, levantado
poco tiempo antes de su partida, y las dos Alemanias se habían reunificado.
En Cuba, Krause ganaría fama como promotora de educación sexual, con
programas en la televisión y la radio. A la par, enfrentó algunos
escollos frente a la homofobia rampante de la jerarquía comunista. Hoy
vive en un pequeño pueblo del norte de Alemania, Glücksburg, desde donde
accedió a hablar para DIARIO DE CUBA.
Monika Krause ha publicado dos libros sobre su experiencia cubana:
Monika y la Revolución (Centro de la Cultura Popular Canaria, Tenerife,
2002) y ¿Machismo? No, gracias (Ediciones Idea, Tenerife, 2007). El
documental La reina del condón, de Silvana Ceschi y Reto Stamm, es un
retrato testimonial de su vida.
¿Cuál es el balance que hace de su vida en un sistema comunista
tropical? ¿Se vivía en Cuba mucho mejor o peor que en la Alemania comunista?
La primera fase de mi vida en Cuba la pasé en un estado de euforia, de
expectativa, de ilusiones, de poder participar de algún modo en el
proceso de cambios revolucionarios. Al mismo tiempo veía y sentía
constantemente el desmejoramiento, la falta cada día más abrumadora de
los productos alimentarios más elementales.
En pocas semanas —me remonto a los mediados del año 1962—, nuestra
dieta diaria, invariablemente, constaba de arroz y frijoles, frijoles y
arroz, arroz congrí. Conseguir un huevo equivalía a un premio en la
lotería (el Combinado Avícola Nacional aun no existía).
Para aquellos que no disponían de contactos con familiares o amigos en
el campo, la carestía de todo era la normalidad. Claro, el clima cubano
—en comparación con el de Alemania— tiene muchas ventajas: no hace falta
la calefacción, no se necesita ropa apropiada para cada estación del
año, se puede vivir con muy pocas prendas de vestir.
Sin embargo, el transporte público adquirió características de servicio
desconfiable. Escaseaban, o no existían ya, todo tipo de materiales de
construcción para el mantenimiento de la vivienda. Mi primer hijo,
nacido en febrero de 1963, tuvo que conformarse con que constantemente
cambiara la composición de la leche (no había suficiente leche fresca,
de forma que se la preparaba con leche en polvo, proveniente de diversas
fuentes de importación).
La cantidad de pañales recibida por "la libreta" no alcanzaba ni para
comenzar. La falta de agua —por apagones o por rotura de la bomba de
agua, que para repararse demoraba semanas, meses— me tenía al borde de
la crisis: bajar tres pisos para llenar cubos, palanganas, cazuelas de
agua de la cisterna y luego subirlos tres pisos —sin elevador—
constituía una prueba de nervios casi insoportable. La tubería de gas
estaba defectuosa y pasé un mes sin poder arreglarla.
¿Polvo de lavar? ¿Jabón de tocador y amarillo? Eran productos que
aparecían de vez en cuando, pero nunca en cantidades suficientes.
Durante mis casi 30 años en Cuba, la falta de agua, de gas, de
alimentos, de prendas de vestir, de artículos electrodomésticos, de
materiales imprescindibles para el mantenimiento de la vivienda, eran
una constante.
En la RDA, ya en este tiempo el racionamiento de los alimentos no
existía. Nunca faltaban los productos alimentarios esenciales: había pan
(de diversas variedades), leche fresca y los derivados de la leche
—quesos, mantequilla— y carne —de res, de puerco y pollo—, embutidos
variados, todo tipo de granos, arroz, aceite vegetal, frutas y vegetales
de estación (no se conseguían grandes variedades, puesto que apenas se
importaban del área "capitalista"). Pero nunca a un niño le faltó la
leche o su comida, ni a los adultos tampoco.
Podían adquirirse materiales de construcción para el mantenimiento de
las viviendas. El surtido era pobre, pero nadie ha tenido que verse en
la imposibilidad de pintar la casa, de arreglar una pila de agua, de
comprarse una cocina nueva o una lavadora.
Los círculos infantiles ofrecían la capacidad requerida para permitir a
las madres trabajadoras la permanencia en sus puestos de trabajo. El
sistema de transporte público funcionaba, cumpliéndose los horarios
puntualmente. Sin embargo, la tensión, la imposibilidad en la RDA de
expresar libremente criterios inconformes con la línea política, el
miedo de contradecir, de desacatar, de no haber sabido guardar la
apariencia, de no haber respetado "las reglas de juego" de una sociedad
socialista, costaba muchos nervios portarse como una ciudadana "digna de
ser estudiante en una universidad socialista", admirar
incondicionalmente al gran país hermano, la Unión Soviética.
Los cubanos —chistosos, ocurrentes, afables, hospitalarios, sobre todo
los amigos nuestros— me brindaron una acogida muy agradable. Lo mismo
sucedió luego con mis colegas, pero siempre hubo un "pero". Me resultaba
difícil aceptar la falta de constancia, la exageración, los frenos, los
obstáculos, los problemas reales e inventados y el eterno: "¡Ya verás,
todo esto se resolverá!" "¡Patria o muerte!"
Por un lado me fascinaba mi trabajo; por el otro, me desesperaba vivir
constantemente las contradicciones a todos los niveles: entre las
declaraciones, las disposiciones, los lineamientos y la implementación
de los mismos.
Para regresar al inicio, a la pregunta de si en Cuba se vivía mucho
mejor o peor que en Alemania, mi respuesta es: ni mejor ni peor, sino
muy diferente. Y al final, cuando había decidido regresar
definitivamente a Alemania, sencillamente estaban gastadas mis energías,
después de haberle dedicado a Cuba casi treinta años de mi vida, los
años más importantes, cuando mi rendimiento intelectual, mis fuerzas y
también mi capacidad de soportar reveses, estaban al máximo. Ya no
quería batallar como Don Quijote contra los molinos.
¿Cuándo comienza a colaborar con la Federación de Mujeres Cubanas (FMC)
y cómo se involucra en el trabajo de educación sexual?
En 1970, depués de haber tenido que interrumpir varias veces mis
estudios en la Universidad de La Habana, terminé "con broche de oro" la
licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas. Casualmente, recibí la
oferta de Vilma Espín, presidenta de la FMC, de trabajar en el
departamento de relaciones exteriores de esa organización. Gustosamente
acepté. Primero realizaba trabajos de traducción y de intérprete y, poco
a poco, fui promovida a asumir responsabilidades de mayor importancia. A
menudo fui solicitada, tanto por Vilma Espín como también por el Comité
Central y por otros organismos, para servir de intérprete y/o traductora.
Fue Vilma Espín la que me encomendó la tarea de elaborar un Programa
Nacional de Educación Sexual que abarcara también los aspectos de la
orientación y terapia sexuales y la planificación familiar, en 1976. Yo
no tenía idea de cómo concebir tal programa. Para comenzar, Vilma me
entregó un montón de libros guardados en la biblioteca de la FMC, la
mayoría en inglés, otros en alemán y en francés. De alguna manera todos
trataban de planificación familiar, de orientación de la pareja o de la
capacitación de los jóvenes para la vida en pareja y el matrimonio, con
criterios ideológicos y acercamientos muy variados.
Al comienzo me declaré incapaz de realizar el trabajo, pero Vilma me
aseguró que en Cuba nadie estaba capacitado para implementar educación
sexual, que utilizara mi sentido común, sacara de la lectura los
aspectos que me parecían importantes y que al final nos reuniríamos ella
y yo para diseñar un proyecto de programa.
Igualmente me aseguró que para la puesta en práctica del programa, yo
recibiría la capacitación necesaria. Otro paso importante fue la
búsqueda de experiencias principalmente en Suecia y en la RDA. Ambos
países dieron aportes muy importantes. Con estos y los elementos útiles
encontrados en la literatura, estructuramos el "Programa Multisectorial
y Multidisciplinario de Educación Sexual".
¿Cuáles fueron los principales objetivos de ese programa, quizás único
de su tipo en el mundo, y cómo se evaluó?
Los objetivos principales de este programa se basan en los acuerdos de
Naciones Unidas, en su Plan de Acción Mundial de 1975, así como en el
Programa del UNFPA (Fondo de Población de Naciones Unidas), de 1976, en
lo referente a la planificación familiar, a la necesidad de bajar los
altos índices de embarazos en adolescentes, a la salud y los derechos
reproductivos de la mujer, a la educación de la población para el logro
de conocimientos, actitudes y conductas sexuales responsables.
Hicimos nuestra la definición de salud sexual de la Organización Mundial
de Salud (OMS): "Salud sexual es el estado de bienestar físico, psíquico
y social relacionado con la sexualidad", etc. Igualmente, forman parte
del Programa las resoluciones del II y III Congreso Nacional de la FMC y
del Partido Comunista de Cuba (PCC), así como del Código de Familia, que
hacen referencia explícitamente a la lucha por el pleno ejercicio de la
igualdad de la mujer, a la educación sexual y para la familia, a la
superación del machismo, a los derechos y deberes de madres y padres en
la educación de sus hijos.
Comenzamos, pues, con la formación de un pequeño grupo de especialistas
—médicos, psicólogos y pedagogos— para capacitarlos como sexólogos.
Después estos mismos debían llevar la responsabilidad de
multiplicadores. La meta era preparar a especialistas en todo el país
para crear consultas de orientación y terapia sexuales y de
planificación familiar.
Principalmente, con financiamiento del UNFPA contratamos a profesores de
la RDA y de Suecia, más tarde también de América Latina, los cuales
realizaron una serie de cursos intensivos para capacitar al "pie de
cría", los futuros sexólogos multiplicadores (entre ellos yo). Durante
los primeros años, los especialistas extranjeros apoyaron a nuestro
todavía pequeño grupo de responsables de la formación de profesionales a
lo largo y ancho del país. Después realizamos este trabajo sin esta ayuda.
Paralelamente, me dieron la responsabilidad de buscar literatura sobre
sexualidad para especialistas (médicos, psicólogos, pedagogos,
sociólogos y otros, cuya labor profesional tuviera que ver con la
educación sexual, la orientación y terapia sexuales y con la
planificación familiar), para niños y sus padres, para adolescentes y
para adultos, con el objetivo de conseguir cobertura nacional con este
tipo de medios informativos. Esta tarea era responsabilidad mía en su
totalidad. En relativo corto tiempo, conseguimos una base bibliográfica
considerable, con un total de casi un millón de ejemplares.
La evaluación de este programa —a cargo mío— nos proporcionó por primera
vez en la historia de Cuba información sobre los conocimientos,
actitudes y prácticas sexuales de los adolescentes cubanos, así como
sobre sus preocupaciones, problemas, intereses y dificultades. La
realización de investigaciones y de evaluaciones constituyó un aspecto
importante. Sin embargo, la respuesta de los sectores de Educación
Superior y de nivel preescolar y primario fue negativa. A menudo hemos
tenido que buscar otras vías para realizar este trabajo.
Durante un curso de "Sexualidad humana" que tuve que impartir en varios
centros habaneros y en Santiago de Cuba, a médicos del segundo año de
especialización como médicos de familia, apliqué un cuestionario para
indagar sobre sus conocimientos, actitudes y prácticas sexuales y sobre
su capacitación real y creída en orientación y terapias sexuales y
planificación familiar. Los resultados evidenciaban que sus
conocimientos, sus creencias, convicciones, actitudes machistas y
terriblemente discriminatorias frente a la problemática de la
homosexualidad se parecían mucho a los de los adolescentes, con el
agravante de que como médicos se creían (91 % de los hombres, 65 % de
las mujeres) capaces de orientar y de realizar terapia sexual.
Los resultados de encuestas, investigaciones y evaluaciones podrán
encontrarlos en mi libro ¿Machismo? No, gracias. Cuba: sexualidad en la
revolución, y en Monika y la Revolución relato los resultados del
Programa Piloto en escuelas internados.
En 1984 se estrenó el filme Conducta impropia, de Néstor Almendros y
Orlando Jiménez Leal, documental que denunció los crímenes del castrismo
contra los homosexuales y que causó convulsión en las autoridades
cubanas. En ese año, usted reconocía a la publicación Gay Community
News, de Boston, que las Unidades Militares de Apoyo a la Producción
(UMAP) "fue una cosa realmente triste en la historia de Cuba". A la luz
de los años y viendo que la homofobia revolucionaria no acabó con el
cierre de aquellos campos de concentración, ¿cómo define usted el trato
que el régimen cubano ha dispensado a los homosexuales?
La película refleja fielmente la situación de los homosexuales en Cuba y
también el trato que el régimen cubano les ha dispensado. Pero quiero
subrayar un aspecto: no es solamente la cúspide del poder la que ha
manifestado actitudes y conductas de agresión, discriminación,
humillación, desprestigio, desclasificación, odio, repulsa, condena
frente a los homosexuales, sino que se trata de un fenómeno ampliamente
difundido en la población cubana.
No dispongo de elementos suficientes para explicar este fenómeno. Sin
embargo, el hecho de que los dirigentes máximos hayan actuado con
agresividad, que hayan creado las UMAP, que hayan hecho declaraciones a
la prensa nacional como internacional, que hayan creado leyes y
resoluciones criminalizando a los homosexuales, que los hayan calificado
de lumpen, parásitos, corruptores de menores y de la juventud, que hayan
desencadenado verdaderas campañas contra los homosexuales, todo esto ha
contribuido a que la población se sintiera invitada a seguir su ejemplo.
Especial importancia cobra en este sentido la Resolución aprobada por el
I Congreso Nacional de Educación y Cultura (La Habana, 1971, firmada por
los profesores J. A. Bustamante, psiquiatra, Abel Prieto —padre del
actual Ministro de Cultura— y otros dos profesores muy conocidos, cuyos
nombres no recuerdo), que trata sobre el fenómeno de la homosexualidad y
las medidas a tomar al respecto.
No recuerdo ni el título exacto ni el número de la Resolución, pero me
consta su existencia: Vilma Espín me la entregó (original) para
guardarla en el archivo del Centro Nacional de Educación Sexual
(CENESEX), cuando yo era su directora. El simple hecho de aprobar una
Resolución cuya aplicación se exigió rigurosamente, de manera que
adquiriera más fuerza que una ley, demuestra que la homofobia había
permeado a la dirigencia política.
La Resolución era la demostración "científicamente fundamentada" de que
la homosexualidad es una degeneración, una perversión sexual
irreversible, una enfermedad incurable; decía que los homosexuales se
caracterizan por ser débiles de carácter, fácilmente expuestos al
chantaje, ejercen influencia peligrosa en niños y jóvenes, son personas
en las que no se puede confiar. La Resolución fue la licencia
omnipotente para arremeter contra los homosexuales. Fue aplicada
regularmente como instrumento para "depurar las filas del Partido y de
la Juventud", para mantener "limpios" los sectores de educación,
medicina, psicología, o sea, todas aquellas ramas donde profesionales
pudieran influir en niños y jóvenes. Los homosexuales no debían tampoco
ocupar cargos de dirección, ni ser funcionarios.
Durante casi veinte años, la Resolución fue aplicada en las "asambleas
de balance" del PCC, de la UJC, en centros de trabajo y de estudio. El
Ministerio de Educación estableció que todos los alumnos —desde el nivel
preescolar hasta el preuniversitario— que manifestaran una conducta
sospechosa (varones, "amanerados", niñas "marimachas") se registraran
como sospechosos de ser homosexuales en los expedientes escolares, de
forma que el comportamiento, el desarrollo de cada niño cubano, quedara
controlado y registrado rigurosamente.
El expediente no se le enseñaba a los padres, la mayoría no sabía de
esta medida, pero lo cierto es que el expediente se "mudaba" de centro
escolar a centro escolar: si el niño en cuestión pasaba de la primaria a
la secundaria, de allí al preuniversitario, el expediente lo acompañaba
sin que el alumno o sus padres lo supieran.
Las "asambleas de depuración" de las filas del Partido y de la UJC,
realizadas cada año, tuvieron como resultado una serie de suicidios,
porque personas homosexuales o acusadas de serlo se vieron en una
situación tan desesperante que optaron por matarse. Ayer estimados,
queridos, admirados por sus conocimientos y su rendimiento, por su
trabajo destacado, hoy quedaban como indignos, traidores, falsos,
perversos, degenerados, solo porque la masa heterosexual no los aceptaba.
Solo desde finales de los 80 se han presentado algunos cambios en la
dirección política respecto a la atención y el manejo del problema de la
homosexualidad. Sin exagerar ni sobrevalorar el papel que he desempeñado
al respecto, me atrevo a aseverar que he dado un aporte importante a que
estos cambios se produjeran. Ya en 1976, cuando estaba diseñando un
programa de educación sexual y después de haber evaluado gran cantidad
de información, principalmente sueca y alemana, se la presenté a Vilma
Espín. Es el comienzo de sesiones de trabajo intensivas sobre
homosexualidad, de debates muchas veces infructuosos, pero también exitosos.
Me di cuenta que los criterios negativos de Vilma Espín sobre la
homosexualidad cambiaban paulatinamente. Cuando estábamos preparando la
publicación de El hombre y la mujer en la intimidad, de Siegfried
Schnabl, el capítulo décimo ("La homosexualidad en el hombre y en la
mujer") causó un impacto enorme. La traducción bruta, sin haberse
realizado aun las correcciones ni la revisión técnica, fue entregada a
cierto número de funcionarios del Partido, del MINSAP, del MINED. Fue la
primera vez que en Cuba se conoció un acercamiento muy diferente sobre
la homosexualidad.
Por órdenes superiores —a la cabeza estaba Vilma Espín—, el capítulo fue
reescrito, se le cambió gran parte, al final quedaba poco de lo escrito
por Schnabl. Este tipo de "violaciones" de obras con contenidos
inaceptables para "la cúspide" las he conocido una y otra vez en el
decursar del período de preparación de literatura científica y
científica-popular a mi cargo.
Ese libro fue editado en 1979 —100.000 ejemplares— y hubo una
reimpresión en 1985 con igual número de ejemplares. En 1989 logramos la
segunda edición cubana, con el capítulo décimo sin la intervención de la
comisión de censura. Simplemente entregué a la imprenta el texto
diciendo que estaba aprobado. En la hoja de créditos dice: "Revisión
técnica: Dr. Sc. Med. Celestino Álvarez Lajonchere, Dra. Mónica Krause
Peters (mis apellidos en Cuba), Dra. Stella Cerruti Basso".
El libro ¿Piensas ya en el amor?, de H. Brückner, fue igualmente
"violado". Sobre todo el capítulo referente a la homosexualidad fue
modificado tanto que apenas quedaba algo del autor. En una nota que
redacté —sin el permiso de Vilma Espín— traté de dar a los lectores y
sobre todo al autor una explicación del porqué de la intervención.
En la página de los créditos dice: "(…) para la versión cubana se ha
reelaborado el capítulo 12 y se han hecho cambios y adaptaciones a otros
capítulos, atendiendo a sugerencias y consideraciones de representantes
del Grupo Nacional de Trabajo de Educación Sexual ... y a la especial
revisión de una comisión del Ministerio de Educación". (Énfasis de la
entrevistada.)
Yo tengo la impresión de que Vilma Espín actuaba de manera tan
incongruente —hoy expresando criterios de aceptación de la
homosexualidad como una característica sexual normal de una minoría,
mañana dando marcha atrás, condenándolos con todas las denominaciones de
antes— porque estaba presionada por algunos sectores como, por ejemplo,
los dirigentes máximos de Educación.
Los prejuicios, las "verdades absolutas": "los homosexuales son
perversos peligrosos que corrompen la sociedad" y "los homosexuales lo
son por haber recibido una educación inapropiada en su infancia", es
decir, "la culpa la tienen los padres" y "hay que reeducarlos",
abundaban entre ellos.
Vilma Espín tuvo que enfrentarse a muros casi inquebrantables. No debe
haber sido fácil para ella mantener su posición si la mayoría del Comité
Central del Partido estaba en contra. Entiendo que ella habrá tenido que
actuar con mucho cuidado para no sufrir el desprestigio.
Ella me instrumentalizó y yo permití que lo hiciera. Me fascinaba mi
trabajo. Ella me había dado facultades y poderes que difícilmente haya
recibido otra persona, pero tengo que admitir que este vaivén a menudo
me ha decepcionado, mermó mis energías y a veces me daba miedo.
¿Qué instrucciones recibían los sexólogos para abordar el tema de la
homosexualidad?
Las instrucciones eran claras y concisas: por orden de Vilma Espín yo
debía aportar el máximo posible de información científicamente
fundamentada, pero ella prohibió terminantemente la publicación. Pasaron
años en este estado contradictorio.
¿Tenía usted posibilidad alguna de criticar abiertamente las leyes y
reglamentos discriminatorios los homosexuales? Al respecto, ¿se tuvieron
en cuenta alguna vez vuestras recomendaciones?
Yo violé la orden varias veces, porque no podía respetarla. La primera
vez con la entrega —sin consulta previa a Vilma Espín— del manuscrito no
censurado de la segunda edición de El hombre y la mujer en la intimidad.
Vilma no se dio cuenta y no me pasó nada.
La segunda vez, ofrecí mi colaboración a Graciela Sánchez, de Puerto
Rico, que realizó el documental sobre la homosexualidad en Cuba No
porque lo diga Fidel Castro [1988], trabajo de grado de la Escuela
Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. No solo
le presté los equipos del CENESEX, sino también tomé posición como
directora del CENESEX, haciendo declaraciones, un llamado al cese de la
discriminación, a la marginación, a la criminalización de los homosexuales.
No informé a Vilma Espín de mi transgresión. Ella conoció de mi falta
porque el documental fue premiado como mejor trabajo de diploma y —de
acuerdo con la costumbre de la Escuela de Cine de exhibir en los cines
públicos de Cuba los trabajos premiados— se exhibió. En la primera
exhibición se produjo un escándalo. Se retiró de los cines, pero ya el
impacto era un hecho. Vilma Espín estaba indignada, y a mí solo se me
ocurrió responderle que yo no había violado la orden, tratándose de un
trabajo de diploma y que no podía haber sabido que la película pasara
por cines cubanos.
Su réplica: "No solo pasó por el cine cubano, sino que se proyectó en
los EE UU, en Europa Occidental y en América Latina".
Para mis adentros me puse muy contenta, pero al mismo tiempo sabía que
no debía abusar de la paciencia y de la protección que me brindaba Vilma
Espín. Esta película formó parte de nuestro material didáctico. Es
decir, fue enseñada a todos los participantes de cursos de postgrado. Y
no solicité el permiso de Vilma Espín para hacerlo.
La tercera transgresión fue una entrevista que concedí a un periodista
de la revista Alma Mater. Por supuesto que preguntó también sobre el
tema prohibido. Le expliqué que no tenía autorización de hacer
declaraciones públicas sobre el tema de la homosexualidad. El periodista
opinó que este artículo sería escrito por él y que debía ser publicado
durante las vacaciones de verano —cuando la censura no se encuentra en
su puesto. Manifestó que tendría mucha esperanza de que la publicación
se realizara sin alteraciones.
Le repliqué que sin o con "censura" yo no tenía permiso de publicar nada
sobre este tema. Su respuesta: "Déjeme el asunto en mis manos, que yo me
responsabilizaré…". Yo seguí hablando —sin freno— y el artículo se
publicó sin cambiar ni omitir nada respecto al tema prohibido. Si bien
recuerdo: termino diciendo que, si la homosexualidad pudiera cambiarse
recurriendo el (la) afectado(a) a la voluntad, en Cuba no habría ni un
solo homosexual, pues ¿qué persona con dos dedos de frente aceptaría,
voluntariamente, ser discriminada, vejada, excluida de la sociedad,
degradada, humillada, si de su voluntad dependiera cambiar esta
situación? ¡Nadie!
Esta vez la ira de Vilma Espín no tuvo límite. Mi explicación, mis
pretextos, me sonaban ridículos a mí misma. La revista desapareció de
los estanquillos en cuestión de minutos. Tuve la gran suerte de que el
artículo desencadenara debates a todos los niveles de la UJC. La
dirección de la UJC solicitó a Fidel Castro una revisión de la vigencia
de la Resolución y que les orientara cómo proceder. Fidel Castro pasó a
Vilma Espín el asunto, con el encargo de procurar la solución. Y Vilma
Espín me dio la orientación de elaborar, junto con el Dr. Álvarez
Lajonchere, un documento de toma de posición. Esto sucedió en verano de
1990.
En septiembre del mismo año, Vilma Espín convocó una reunión con
representantes del PCC, de la UJC, de los medios masivos de
comunicación, del Ministerio de Educación, del Ministerio de Salud
Pública, de la Facultad de Psicología (no recuerdo si participaron otros
más). Se decidió iniciar un trabajo mancomunado en torno al tema de la
homosexualidad. Se responsabilizó al CENESEX —cuya directora era yo en
aquel entonces— a apoyar a todos los "organismos afectados", a elaborar
documentos que sirvieran de base para el trabajo de publicación, de
programas de educación, etc., y de vigilar el correcto cumplimiento de
la labor. Sin embargo, Vilma Espín y el Ministerio de Educación
mantuvieron una posición muy reservada y restrictiva, que solo cambió
con mi sucesora Mariela Castro Espín.
La publicación del libro El hombre y la mujer en la intimidad, de
Siegfried Schnabl ha sido definida como señal de que la homofobia
institucional fue erradicada como política de Estado. Según tengo
entendido, la distribución de ese libro estuvo limitada a profesionales
de la salud y, si bien el autor subrayaba que la homosexualidad no
constituía una enfermedad y que los homosexuales debían ser respetados
como personas, en otras partes del libro se deslizaban párrafos
homófobos. [i]
En su opinión, ¿qué representó la publicación de ese libro en Cuba?
¿Quién velaba por este tipo de publicaciones? ¿Enfrentaron algún escollo?
No sé quién dijo que El hombre y la mujer en la intimidad haya
significado el fin de la homofobia institucional, pues el solo hecho de
que tratara "el tema prohibido" no es suficiente para llegar a esta
conclusión, máxime si se tiene en cuenta que el susodicho capítulo fue
cambiado, censurado, y solo la segunda edición, de 1989, se publicó con
el texto nuevo.
Es cierto que el libro —la primera edición de 1979— fue distribuido a
profesionales de la salud, de educación, a estudiantes de medicina,
psicología, pedagogía, sociología y a funcionarios. Esta medida fue
necesaria porque en Cuba no había publicación alguna que tratara el tema
de la sexualidad humana desde todos los puntos de vista. El libro debía,
en primer lugar, llenar un vacío, y debían tener acceso a él todos
aquellos cuya labor profesional tuviera que ver, de algún modo, con la
educación sexual y con la orientación y terapia sexuales.
El hecho de que de la imprenta desapareciera una paleta de libros que se
vendieron a sobreprecio en el Parque Central de La Habana —¡y volaron!
—, y el hecho de que en muchos lugares en la capital como también en
provincias se vendieran sin "el cupón", le dio al libro una
característica casi clandestina que en realidad no tiene.
También quedó evidente que la población estaba necesitada de recibir
información. Yo estaba al cargo de la búsqueda de literatura apropiada y
Vilma Espín me responsabilizó con todos los trabajos correspondientes:
negociación y coordinación con el Instituto del Libro (Editorial
Científico-Técnica y Editorial Gente Nueva); velar permanentemente por
el cumplimiento del cronograma; realizar el trabajo de revisión de las
traducciones o traducir yo misma; realizar junto con el Dr. Lajonchere
la revisión técnica y ayudar en la imprenta a elaborar las ilustraciones.
Vilma Espín velaba por todas las publicaciones sobre sexualidad y se
reunía con personas que, de acuerdo con su criterio, debían dar sus
opiniones al respecto —yo las llamo despectivamente "la censura"—, que
constituían realmente los escollos más grandes.
No puedo responder el acápite de la pregunta con una cita literal de
Schnabl, que debe encontrarse en la página 329, otra en la página 330,
pues solo está a mi alcance el libro de la segunda edición, que solo
tiene 314 páginas. Es probable que Schnabl se haya expresado en una
versión vieja de su obra de la manera que usted describe. No solo Vilma
Espín fue capaz de revisar totalmente su actitud frente a la
homosexualidad, también los sexólogos de otros países "modernos" han
tenido que cambiar sus criterios y sus actitudes.
En 1988 se practicó la primera operación de cambio de sexo en Cuba.
¿Cómo reaccionó el gobierno a esta operación? ¿Cuál era la posición del
CENESEX sobre la transexualidad?
No fue hasta finales del 1983 que pude conocer el programa tal vez más
sólido y consecuente de tratamiento del transexualismo: en Suecia, donde
pude realizar un viaje de estudio, financiado por la SIDA (Swedish
International Development Agency), se me permitió conocer todas las
instituciones que participan en la implementación del programa de
reasignación de género. El Dr. Bengt Nylen, jefe del equipo de cirugía
de reasignación de sexo en el Karolinska Hospital de Estocolmo se
ofreció a realizar la intervención quirúrgica de transexuales cubanos y
a capacitar a los cirujanos, sin cobrar. Solo solicitó poder pasar unos
días de vacaciones en Cuba después de realizado el trabajo.
Vilma Espín recibió toda la información con satisfacción y nos encargó
al Dr. Lajonchere y a mí elaborar un proyecto de programa sobre el
transexualismo. En el momento indicado tratamos de contactar al Dr.
Nylen, y recibimos la terrible noticia de que había fallecido, víctima
de un accidente. Esta situación significó un gran paso para atrás, un
freno de nuestra labor y un golpe fuerte para los candidatos a ser
sometidos a la intervención quirúrgica.
Cuando en Cuba se produjo la primera intervención quirúrgica de
reasignación de género, se estaba celebrando una reunión del Comité
Nacional de la FMC —yo era también miembro del Comité— y alguien sacó a
discusión la noticia de la intervención quirúrgica practicada por
primera vez. Yo estaba una vez más en el banquillo de los acusados.
"¿Cómo pudiste autorizar esto sin consulta previa?" —se me reprochó una
y otra vez.
El asunto es que yo no sabía de la operación. Lo supe cuando ya estaba
hecha. Conozco al cirujano, un urólogo muy competente. Pero el actuó sin
coordinar el asunto conmigo ni con el Dr. Lajonchere. Tampoco él conoció
el programa sueco que estábamos aplicando —en una versión adaptada— en
Cuba. El desconocía que la cirugía debe ser el último paso, por lo menos
debían pasar dos años de "vida en el rol del otro género".
Esta etapa de dos años es sumamente necesaria, porque sirve para
demostrar la condición de transexual del (la) afectado(a). La medida se
debió también al hecho de que en Cuba, con la homofobia extremadamente
agresiva, muchos homosexuales se declararon "transexuales", porque la
prensa había hecho declaraciones en el sentido de que los transexuales
—a diferencia de los homosexuales— no son "desviados", sino que nacieron
con un sexo que es incompatible con el sexo psíquico y necesitan una
reasignación quirúrgica.
La intervención quirúrgica debe ser el último paso porque es
irreversible. Una vez quitado el pene y los testículos y fabricada una
vagina artificial, no puede fabricarse un pene nuevo. Y si una persona
supuestamente transexual no ha realizado la prueba más importante —que
es vivir por lo menos dos años en su papel de persona del otro sexo, con
el control y la evaluación de personal (psicólogo o psiquiatra)
calificado—, existe el peligro de que su condición de transexual no
quede demostrada.
En Cuba no encontramos condiciones idóneas para someter a los candidatos
a la prueba descrita, que lleva implícita varias medidas: facilitarle
una vivienda en otra provincia; facilitarle un trabajo en su nueva sede;
mantener discreción absoluta, de forma que nadie en el nuevo entorno del
candidato conozca de su problema; y facilitarle un tratamiento
permanente con hormonas y las facilidades de realizar la epilación duradera.
El debate sobre la homosexualidad, la igualdad entre géneros o la no
discriminación, sigue hoy activo en todas las sociedades, incluidas las
europeas y las de democracia madura. ¿Cree usted que Cuba tiene algo que
aportar al respecto?
Es cierto que el debate sobre la homosexualidad, la igualdad entre
géneros o la no discriminación sigue ocupando espacios importantes en
las agendas de muchos países. Según mis conocimientos, los países
escandinavos reportan los mayores éxitos. En los países de la Unión
Europea, el aspecto legal está resuelto —al igual que en Cuba—, pero la
realización de los objetivos sucede a niveles diferentes.
Interesante para mí fue conocer los logros de España en los últimos
veinte años, en cuanto a la igualdad, los derechos y la salud
reproductiva de la mujer, la despenalización y los derechos de los
homosexuales han alcanzado niveles impresionantes. Rusia —país con una
homofobia escandalosa— no reporta ningún cambio en lo tocante a la
homosexualidad y tiene resultados muy pobres en lo referente a la
igualdad, a la no discriminación. No voy a referirme a la situación en
África, la India, los países de religión islámica, ni a América Latina,
porque no pienso escribirle un libro, respondiendo a sus preguntas.
Es interesante saber que en la RDA, antes de caer el Muro en 1989, se
quitó del Código Penal la ley que castigaba la homosexualidad. En la RFA
esto sucedió dos años más tarde. También es interesante conocer que en
gran cantidad de los Estados de EE UU la homosexualidad sigue siendo un
delito.
Es posible que Cuba pueda aportar algo en lo que a igualdad de géneros,
a la no discriminación y a la disminución de la homofobia se refiere,
sobre todo en América Latina, pero no se crea que con discursos, cambios
de leyes y con disposiciones pueda lograrse el fin de la homofobia. Y en
Cuba, como en muchos países de América Latina y África, en Rusia (hay
leyes violentas que castigan la homosexualidad ) y en muchos países
europeos, la homofobia está muy profundamente arraigada.
Para el logro de cambios son necesarios esfuerzos mancomunados de toda
la sociedad, y el ejemplo vivo de los políticos tiene gran importancia.
En Alemania, el Ministro de Relaciones Exteriores es homosexual,
numerosos parlamentarios lo son, el alcalde de Berlín lo es también. En
los últimos veinte años se ha producido un cambio tremendo en la actitud
de toda la población frente a la homosexualidad. Según la ley, los
homosexuales pueden casarse, pueden adoptar niños, tienen los mismos
derechos que los matrimonios heterosexuales. Y no existe ya la homofobia
ni abierta ni encubierta que todavía se observaba hace treinta años. Hay
un ambiente muy franco al respecto: la prensa, la TV, el arte, todos los
sectores participan. Difícilmente encontrará un maestro que se atreva a
manifestar su homofobia —si la tuviera. No obstante, creo que la
homofobia nunca desaparecerá del todo. Quedarán residuos y mucho depende
del trabajo que realicen los homosexuales ellos mismos.
Para poder actuar necesitan, sin embargo, la autorización de formar
asociaciones, o partidos, o como quiera llamárseles, que reciban el
apoyo político y también el respaldo en cuestiones legales. En muchos
países europeos, este trabajo de los homosexuales, por ejemplo, en
asociaciones o en clubes o agrupaciones de interés, tiene una
importancia enorme. En Cuba no se permite este tipo de agrupación, no
hay espacio legal ni el apoyo político, que se reduce a declaraciones,
discursos, al cambio formal de alguna ley que está sobre el papel, que
lo aguanta todo.
Me sorprendió leer en su libro autobiográfico Monika y la Revolución que
en la década de los 80 muchas mujeres y hombres cubanos ni siquiera
conocían la naturaleza del orgasmo femenino. Esto contrasta ampliamente
con el imaginario de la cultura popular cubana: "machos" que se creen
"máquinas sexuales" y mujeres con fama de "calientes" y liberadas. ¿Pone
usted fin al tópico y al mito?
Efectivamente, muchas mujeres y hombres cubanos desconocían "la
naturaleza del orgasmo femenino". En miles de cartas recibidas, en mis
programas radiales de debate "en vivo y directo" (Radio Rebelde) conocí
esta situación. A raíz de la publicación de En defensa del amor, de S.
Schnabl, recibí no solo amenazas de hombres airados por haber "echado a
perder" a sus mujeres, por haberles hablado de algo de cuya existencia
(el orgasmo) ellas antes ni siquiera sabían, sino también se quejaron
muchas mujeres.
Ellas no querían que les metiera el diablo en el cuerpo, que estas cosas
del orgasmo, del placer —tal vez era algo real en Alemania, pero en
Cuba, por Dios—, no sigas hablando estas tonterías: las mujeres tienen
el deber de estar a la disposición de los hombres; ellos necesitan
satisfacer su necesidad sexual, las mujeres tienen que estar a la
disposición de ellos, sino ellos se enferman. Y no solo opinaban así
mujeres de edad avanzada, no, jovencitas, alumnas de pre o de institutos
tecnológicos.
En las consultas de pareja de toda Cuba recibimos la confirmación de
esta situación. Es cierto que los cubanos se consideran los machos
omnipotentes, las máquinas sexuales que funcionan a toda hora, pero la
calidad de este rendimiento para la pareja, o sea, para ambos, yo la
sigo cuestionando. (Lo cual no quiere decir que todas las mujeres
cubanas desconozcan o no hayan experimentado orgasmos.)
Es cierto también que en Cuba, en los últimos veinte años se ha
observado un relajamiento de la ética y de la moral sexual, del nivel de
responsabilidad en la pareja, un auge de la prostitución... Yo no diría
que estoy poniéndole fin al tópico y al mito, sino que debería hacerse
una serie de investigaciones, de estudios, para poder encontrar
respuestas relevantes a los muchos mitos y a las verdades a medias, así
como a la situación real.
También es un hecho que, tanto en cartas como también en debates
radiales, he recibido muchos mensajes de agradecimiento, de satisfacción
por haberse editado en Cuba libros con información muy importante y
valiosa, por haber publicado artículos, por haber hablado en debates y
haber respondido preguntas "difíciles" por escrito o hablando en la radio.
En 2000, el CENESEX comenzó a ser dirigido por Mariela Castro Espín
—hija de Raúl Castro y Vilma Espín— y cobró una importancia política
inusitada, desconocida para centros de estudios semejantes en otros
países. Un año después, y siguiendo una directiva del Comité Central, a
ese centro se le encomendó la tarea de desmentir las denuncias de
persecución a los homosexuales, y de trabajar a favor de estos.
Como algo paradójico, el mismo régimen que los reprimió, acabó
desarrollando políticas de Estado como la autorización de operaciones de
cambio de sexo, jornadas contra la homofobia, un proyecto de ley para
uniones civiles (todavía no aprobado), entre otras medidas… ¿Qué opina
de la labor de Mariela Castro al frente del CENESEX y de esa operación
de lavado de cara?
Mariela Castro es una mujer inteligente, posee una formación profesional
sólida y ha lanzado a debate en "la cúspide" la cuestión de la
homosexualidad. Esto lo encuentro bien, pero —y aquí tenemos otra vez un
pero— a la par de cambios de leyes y disposiciones y reglamentos,
continúa la homofobia bajo los más diversos pretextos.
La homofobia está arraigada en la "cúspide", y la población cubana se
caracteriza por ser eminentemente homofóbica y se ha visto respaldada
por los jefes en el poder durante decenios. Mariela tiene el respaldo
del padre —que también ha desempeñado un papel importante en lo referido
a la cuestión de la homosexualidad en las fuerzas armadas.
A cada recluta se le practicó no solo un examen médico sino también se
le entregó un cuestionario, con el objetivo de asegurar el mantenimiento
de la limpieza del ejército de homosexuales. Una vez encontrada la
condición homosexual de un recluta, se le archivó para siempre, se le
excluyó del servicio y se le dio un documento que tenía que enseñar
obligatoriamente cada vez que solicitara un trabajo. Este papel
constituía la barrera más infranqueable en cualquier centro de trabajo.
Al mismo tiempo estaba vigente la ley contra la vagancia. Al "vago" que
no trabajaba, se le castigaba; al homosexual se le castigaba doblemente,
pues por ley no tenía acceso al trabajo y por ley tenía que trabajar.
¡El surrealismo cubano!
Volviendo al trabajo de Mariela, me parece que se están centrando las
actividades, la labor del CENESEX, en la cuestión de la homosexualidad y
de la transexualidad, como si Cuba no tuviera miles y miles de problemas
que afectan a una gran parte de la población: el embarazo en la
adolescente, el problema de las madres-niñas, el problema del aborto, el
problema de la inestabilidad de la familia cubana, de los elevadísimos
índices de divorcios, del relajamiento, de la promiscuidad, del alto
índice de enfermedades de transmisión sexual, del SIDA, de la falta de
responsabilidad, de los baches en el suministro de medios
anticonceptivos, de la falta de continuidad en el trabajo de calificar a
especialistas para el funcionamiento de los centros de orientación y
terapia en todo el país, la falta de medios de información actualizada
para especialistas…
La revista del CENESEX es excelente, pero ¿cuántas personas tienen
acceso a ella? La internet ofrece posibilidades incontables para recibir
información y para intercambiar experiencias, pero ¿cúantos
profesionales tienen acceso? ¿Cuántos cubanos —viejos o jóvenes— tienen
acceso?
Preocupante es también la situación referente a la prostitución. Niñas,
mujeres profesionales, jóvenes, homosexuales, se están prostituyendo.
Excepto reprimiendo, persiguiendo, encerrando a las (los)
prostitutas(os) no veo que utilicen otras medidas para erradicar este
problema.
Efectivamente, la prostitución es otro de los temas sociales candentes
en la sociedad actual cubana. ¿Cuáles cree que son las claves para
entender el fenómeno de la prostitución en Cuba?
A mi entender, las claves para entender el fenómeno: falta de ingresos,
falta de perspectivas no solo para los jóvenes sino también para las
muchísimas personas desempleadas, incluso para muchas mujeres
profesionales; a menudo, prostituirse con turistas extranjeros es el
medio más fácil de conseguir "una lasquita de la torta". Una economía,
infraestructura desastrosas y destruidas —todo esto contribuye a que
surja una sociedad enferma. Y para mí, la sociedad cubana está
gravemente enferma.
Cuando se crea el CENESEX en 1989, usted se convierte en su primera
directora; un año después sale de Cuba. ¿Cómo pudo regresar a Alemania?
Regresé a Alemania con mis dos hijos, aprovechando una conferencia
internacional en Rostock, que me habían autorizado un año antes. Mi hijo
mayor estaba trabajando en Nicaragua, viajando a La Habana con
frecuencia. Tenía pasaporte de servicio, con permisos de entrada y
salida no limitados. El problema era mi hijo menor: no tenía pasaporte
ni pasaje ni documento alguno que le permitiese viajar al extranjero.
Como nació en La Habana, no le sirvió para nada su pasaporte alemán, era
preciso conseguirle un pasaporte cubano.
Aproveché las buenas relaciones con Vilma Espín a quien le pinté un
drama familiar —mi madre de casi 80 años de edad, enferma y ya cerca de
la muerte, había pedido ver a sus nietos antes de abandonar la tierra.
La verdad es que sí, mi madre ya estaba vieja y enferma, pero no tanto
como para temer su fin. Y es verdad también que ella quería estar cerca
de mí y de mis hijos.
Vilma prometió conseguirme los papeles necesarios y mi hermana, viviendo
en aquel entonces en la RFA, me situó el pasaje para el muchacho. A
Vilma le dije que pensaba tomarme algunos días de vacaciones después de
la conferencia y que mi hijo y yo regresaríamos a La Habana después. Fue
la única y última vez que me ví en la necesidad de abusar de la buena
voluntad de Vilma Espín. Claro, no tuve otra opción. No había alternativa.
¿Sigue al tanto de la evolución de las políticas sexuales y de género en
Cuba en los últimos años?
Trato de mantenerme al tanto, aunque no de forma sistemática ni
profunda. A fin de cuentas, le he dedicado a Cuba casi treinta años de
mi vida, esto no se olvida ni se borra. Pero ya tengo 70 años y me tomo
la libertad de disfrutar mi vida de jubilada.
¿Cree que algo ha ido avanzando frente al persistente machismo tropical?
Francamente, no sé qué decirle. Por un lado, Cuba tiene un Código de
Familia como existen pocos o ninguno en el mundo. Pero —¡de nuevo!— la
puesta en práctica está lejos, como de aquí a la Luna.
¿Qué hace ahora Monika Krause? ¿Recuerda con nostalgia su época cubana,
usted que trabajó tan cerca de las familias del poder?
Monika Krause vive ahora en un lugar paradisíaco, a orillas del Mar
Báltico, en una ciudad que es la cuna de las casas reales de Europa. En
un castillo, construido en medio de un lago, viven todavía hoy los
integrantes de la familia real danesa, quienes, por ser bastante pobres,
encargaron a la comunidad el mantenimiento del castillo, ofreciéndole a
la ciudad el derecho de usar el edificio como museo y como escenario de
actividades culturales diversas.
En cinco minutos de caminata estoy a la orilla del mar, en la playa. Lo
único que limita el sentirse feliz en este rincón, es el clima. Hay
muchos huracanes, muchos días de lluvia y oscuridad (de noviembre a
marzo), pero también tenemos días de frío —como ahora, de 15 °C bajo
cero—, sol, nieve: los niños patinando sobre los lagos congelados, las
aves marinas sobre el fiordo de Flensburgo, que está totalmente cerrado.
Desde hace 13 años estoy nuevamente casada. Tengo un esposo maravilloso.
Viajamos mucho. Sobre todo en la estación "fea" del año, nos vamos a una
de las Islas Canarias, dándole tiempo al invierno alemán a retirarse.
Dedico mucho tiempo a la lectura —literatura especializada, las menos de
las veces—: literatura contemporánea, nacional como internacional, donde
ocupan un lugar cimero los Premios Nobel. Y he descubierto una nueva
"droga": colecciono fósiles del Mar Báltico, del Mar del Norte, del
Atlántico, y de todas las aguas que tengo el privilegio de visitar.
Recuerdo a menudo mi época cubana, pero no con nostalgia, sino con el
distanciamiento que permite la edad. Estoy viviendo la etapa más feliz
de mi vida.
[i] Sobre los hombres homosexuales decía Schnabl: "Su andar suele ser
gracioso: a pasitos cortos acompañados de contoneo. Muchos tienen el
pelo suave y largo, la piel delicada y caderas relativamente anchas (…)
Se considera que los homosexuales son muy sensibles, se ofenden con
facilidad, son irritables, desequilibrados, fáciles de influir,
nerviosamente inestables y hasta neuróticos" (pag. 329). Y sobre las
lesbianas: "Las lesbianas activas conquistan y defienden a veces a su
amante contra las competidoras, desplegando una gran agresividad en
esto. Entre las mujeres homosexuales pueden darse violentas escenas de
celos" (pag. 330).
http://www.diariodecuba.com/derechos-humanos/9764-en-el-punto-g-de-la-revolucion