lunes, 20 de febrero de 2017

En terreno ¿masculino? Mujeres en el transformismo

En terreno ¿masculino? Mujeres en el transformismo
YUSIMÍ RODRÍGUEZ LÓPEZ | La Habana | 20 de Febrero de 2017 - 08:54 CET.

"Detrás de cada gran hombre hay una gran mujer" es una frase que suele
desagradarme. Pero tras conocer a Alberto, Dany, Sirod, Jean Carlo y
Jordano, casi me gusta. Detrás de ellos hay seis mujeres que se abren
camino en un mundo hasta ahora dominado por hombres: el del transformismo.

En Cuba, este arte exhibe nombres como Imperio, Maridalia, Estrellita,
Samantha, Chantal, entre otros. Personajes femeninos interpretados por
hombres. Casi todo el transformismo cubano lo hacen hombres. Pero cinco
habaneras empiezan a ser conocidas.

Argelia (Alberto, 49 años) se transformó durante mucho tiempo en
actividades de la Red Oremis de Lesbianas del CENESEX; solo declamaba,
no doblaba canciones.

"Tampoco me ocultaba los senos, usaba camisas y zapatos de mi cuñado, me
pintaba bigote".

Niurka (Jean Carlo, 52 años) empezó después, embullada por Argelia. Son
amigas y tenían una cafetería juntas. Allí, Argelia conoció a Ana, su
pareja actual. Luego, Ana las vio ensayar y se embulló. Es la versión de
Niurka; Ana tiene otra.

Ensayaban "A puro dolor"; como me sé la letra, les corregí cosas, les
dije cómo pensaba que debían moverse. Al otro día tenían espectáculo y
acompañé a Argelia. Cuando llegamos, me dijo "arriba, que te traje ropa,
vas a hacer el tema que ensayaste ayer".

Ana encuentra fácil interpretar un personaje masculino. Lleva el pelo
corto, no usa maquillaje. De chiquita, la criticaban diciéndole "pareces
un macho". Prefiere interpretar baladas. La salsa también le gusta,
evita bailar para que no la delate el movimiento de las caderas.

Niurka también se considera una "lesbiana fuerte" y encuentra fácil
transformarse en un hombre. Prefiere las baladas. Casi nunca música
salsa porque es "patona".

Llevaban pocos meses actuando en algunos lugares cuando apareció la
oportunidad de presentarse en el Concurso Miss Novata, en El Mejunje,
Santa Clara. Era de transformismo femenino; el masculino era gala.
Argelia, Ana, Niurka y Zoe (transformista que trabajaba con ellas hasta
hace poco) solo querían promocionarse. Días antes del evento, supieron
que el transformismo masculino sería competitivo, con transformistas de
varias provincias. Finalmente, hubo seis, incluyéndolas. Compitieron
entre ellas y con otras dos transformistas.

Mientras el jurado deliberaba, Alberto, Dany, Jean Carlo y Andy (Zoe)
ofrecieron al público, fuera de competencia, el Cuarteto Habana que "fue
una explosión, ha marcado más que las actuaciones individuales", cuenta
Argelia.

Ana obtuvo el primer premio; Zoe, el segundo, compartido con la
transformista de Santa Clara. Argelia recibió el gran premio. Para ella
lo más importante fue el reconocimiento a su trabajo después de tantos años.

Doris (Sirod, 66 años), profesora de Tai Chi, hizo transformismo hace
ocho o 10 años, en una fiesta. Se unió al grupo hace tres meses.
Inicialmente solo declamaba; ahora también canta. Es muy histriónica,
pero asegura no necesitar transformarse demasiado. Se define
orgullosamente como una lesbiana "bien fuerte", luce casi igual en el
escenario que fuera de él. Naylín (Jordano, 32 años) prefiere las
baladas, canciones de Melendy, Luis Fonsi, Alejandro Sanz y, de Cuba,
Leoni Torres. Considera más importante el sentido de la canción que el
artista.

Cuerpo de mujer bajo apariencia masculina

Aunque ser una "lesbiana fuerte" puede parecer una ventaja, no es fácil
pasar por hombres. Deben observarlos en la calle, cómo se mueven;
ocultar senos, caderas. "Es más fácil poner (lo que hacen los varones
para transformarse en mujeres) que quitar", opina Argelia. Tiene glúteos
prominentes y ha aprendido a disimularlos con gestos, la forma de
caminar, camisas holgadas. No le gusta el prototipo de hombre vulgar,
ordinario. Describe a su personaje, Alberto, como "un hombre
heterosexual fino, elegante, que canta salsa, baladas, boleros
antológicos, como Vicentico Valdés. Me gusta el estilo de Benny Moré,
Barbarito Diez, la elegancia al vestir de David Calzado".

Justo ella, ganadora del gran premio en el Miss Novata, es la más
femenina de las cinco. En su vida personal lleva maquillaje, ropas muy
femeninas y hasta tacones. Le gustan las uñas largas y pintadas. Para
los espectáculos, debe quitarse la pintura y cortárselas.

No es el único sacrificio que implica el transformismo. Deben comprar
camisas, pantalones, calzado masculino… "cosas que no podemos usar para
salir".

A María de los Ángeles, pareja de Niurka y representante del grupo, le
gustaría que saliera vestida de hombre. "El toque es que bajo esa
apariencia masculina, hay un cuerpo de mujer".

Ana sí ha salido de su casa vestida de hombre para ir a los espectáculos.

"La gente me ha hablado como a un hombre; por ejemplo, para pedirme
fuego. Se me ha olvidado mi apariencia y he respondido 'mi amor, yo no
fumo', como una mujer".

Naylín es bajita, muy delgada. Pide prestadas camisas del hijo
adolescente de una amiga. Pero los pantalones le ajustan demasiado
porque el niño es flaquito y ella tiene cuerpo de mujer. Usa sus propios
jeans.

Han recibido piezas donadas por amistades que han hecho por el camino,
gente que las ha visto en actividades o en algún vídeo grabado con un
celular. Una muchacha norteamericana les regaló las camisetas para
aplastar los senos. Al principio, usaban cintas que las apretaban
demasiado y, con el tiempo, podían hacerles daño.

Aunque el vestuario es muy importante, coinciden en que lo principal es
"la proyección escénica, vender la masculinidad". Una de las cosas más
llamativas es que incluso se colocan barba.

"Una transformista de Santa Clara me aconsejó hace años usar acetato y
pegar los pelos encima. Pero cuando sudas el pelo se cae y queda una
mancha blanca. Luego, un estilista me recomendó usar aceite, los pelos
se pegan y no deja mancha cuando sudas. Es lo que utilizamos", explica
Argelia.

"Últimamente me hablaron de la pez rubia. Dicen que con eso el pelo no
se cae", añade Ana.

'Quisiéramos un espacio, estatal o privado'

Pese a la inversión que deben hacer en ropas y calzado, estas mujeres no
viven del transformismo. Argelia, técnica en Estadísticas de Salud
Pública, y Ana, licenciada en Educación Primaria, son vendedoras
ambulantes de alimentos ligeros. Niurka fue bibliotecaria durante muchos
años, ahora renta su portal a cuentapropistas. Naylín es licenciada en
Cultura Física y técnico medio en Construcción Civil; fue agente de
Seguridad y Protección, ahora cuida a una señora.

Además de la Peña de Oremis en el Cine Acapulco, el cuarto viernes de
cada mes, se han insertado en el Museo de Mantilla y la Peña del Danzón
en la Casa de Cultura de Arroyo Naranjo, donde imitaron el cuarteto Los
Zafiros, uno de sus trabajos más difíciles hasta ahora, ensayado en
tiempo record y con el cual arrasaron. En esos y otros lugares no
cobran. Solo obtienen promoción.

Han sido invitadas en sitios donde la anfitriona es un transformista
femenino. Recientemente actuaron en El Amanecer. Argelia estuvo en La
Figura, pero percibe más solidaridad de ellas hacia los transformistas
femeninos que al revés.

"Al principio, los invitábamos y nos robaban todo el show; cuando nos
invitaban, nos decían: 'dos números'. Y, si acaso, hacer dúo con ellas.
Muchas veces, el público nos aplaude mucho y la anfitriona no deja que
el dueño nos invite otra vez", dice.

"Quisiéramos un espacio, estatal o privado, para el transformismo
masculino, invitar a transformistas femeninos (como en el Acapulco,
donde ayudan a promover jóvenes talentos),y que nos reporte economía",
comenta.

"No hay espacios donde las lesbianas de nuestra edad puedan pasar un
rato agradable, conversar, tomar algo", se queja Ana. "En todos, la
música es reggaetón y los cover son altísimos, aunque queremos que venga
público en general".

Source: En terreno ¿masculino? Mujeres en el transformismo | Diario de
Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1487540272_29082.html

martes, 14 de febrero de 2017

Las dos Marielas

Las dos Marielas
A la de esta historia dieron su nombre en honor a la hija del General
Martes, febrero 14, 2017 | Martha Beatriz Roque Cabello

LA HABANA, Cuba.- La historia que quiero relatar tiene dos partes, una
es verídica y la otra es ficción. La real es un hecho en el que me
vinculé en el mercado de Carlos III mientras hacía cola para adquirir
yogur, uno de los muchos productos deficitarios que hay en el país —a
pesar de que se vende en divisas—, en este caso con un precio de 70
centavos de CUC la bolsa, si bien hay otros que se comercializan en
diferentes envases que pueden alcanzar hasta 5 CUC.

Delante de mí, durante el tiempo de espera, había una joven de unos
treinta y tantos años, pero se veía bien maltratada por la vida. Tenía
el dinero en la mano, una parte en monedas de 5 y 10 centavos de CUC, y
un billete de 5 pesos moneda nacional —como se sabe, en las tiendas se
puede pagar en las dos monedas—. De pronto se le cayó al piso una pieza
de 10 centavos; pero para su infortunio rodó hacia abajo de una de las
vidrieras y aunque la mujer hizo mucho esfuerzo por cogerla no pudo.

Se viró hacia mí y me dijo: "se queda detrás de ella", señalándome la
persona que tenía delante. Yo le pregunté: "¿Usted se va?" y respondió:
"Sí, tenía el dinero exacto y comiendo m…. se me cayó una moneda de 10
centavos debajo de esa vidriera". Sin pensarlo dos veces le dije: "No,
no se vaya. Tome los 10 centavos".

Ella los aceptó con una gran cara de felicidad y me dijo: "No sabe
cuánto se lo agradezco, porque tengo la niña mayor enferma y no quiere
comer nada".

A partir de ese momento, con esa facilidad que tiene el cubano para
establecer una comunicación con otra persona, aunque sea desconocida,
estuvimos por más de 30 minutos —lo que duró la cola— conversando.

Me explicó que trabajaba de auxiliar pedagógica en una escuela primaria,
pero que muchas veces tenía que hacer de maestra porque faltaban los
educadores. Está divorciada y la pensión mensual que recibe del padre de
las niñas es de solo 50 pesos en moneda nacional; algo que, junto con su
salario, no le alcanza para vivir y tiene que estar inventando y
molestando a su mamá. Me dijo de manera textual: "No tiene idea de lo
que he tenido que hacer para darle de comer a mis niñas".

Como cualquier buen cubano, reside en un edificio que está considerado
inhabitable, pero no ha aceptado un albergue porque sabe de otras
personas que viven en esas condiciones y es un peligro para las niñas,
que ahorita son unas jovencitas. Debido a que su apartamento está en un
segundo piso y ya en el inmueble nada se arregla, no tiene agua y en
días alternos tiene que subir 10 o 12 cubos para resolver las
necesidades más prioritarias; aunque dice que tiene que dar gracias a su
mamá, porque le lava y le plancha los uniformes del colegio de las niñas.

"Imagínese. Mi mamá era militante del Partido (Comunista) y trabajaba en
la Federación de Mujeres Cubanas y como mi papá —que en paz descanse—
era de apellido Castro, se le ocurrió ponerme Mariela", cuenta. "Ella
ahora no come candela y se arrepiente de haberme llamado así".

Después contó que ella no le hizo caso a su mamá y se casó con un hombre
que bebía mucho, y cuando llegaba a la casa le pegaba; le costó mucho
trabajo salir de aquel suplicio y ahora se arrepiente de no haber oído
esos consejos.

Él les dejó ese desastre de apartamento donde viven en Centro Habana, y
ahora no puede virar para atrás porque su hermana se casó y tiene dos
hijos y ocupa la división de la sala, que servía como cuarto de ambas en
la casa de sus padres.

Me confesó que tenía días que estaba tan angustiada que cogía a sus
hijas y se iba caminando hasta el Malecón. Y eso que las muchachitas
comprenden toda la situación y no le piden nada según dijo; pero crecen
y les tiene que comprar zapatos para la escuela, uniformes e incluso
darles algo para que lleven de merienda, que casi siempre es un pan,
porque en el desayuno se comen a la mitad de la cuota de ella.

Pienso que tenía mucha necesidad de que alguien le escuchara todos sus
problemas y vio la oportunidad de desahogarse.

Con un poco de imaginación, mientras iba luego camino a mi casa comencé
a pensar cómo viviría la otra Mariela, esa por la cual la mamá de esta
le puso el nombre.

De entrada, todo el mundo puede ver su súper residencia en Miramar que
tiene hasta piscina, siempre llena de agua. También los varios autos que
hay dentro de la casa y el cuidado y mantenimiento que tiene la misma.
Eso es algo que no hay que imaginar y deja de ser ficción.

Pero seguro que esta Mariela Castro no hace cola para comprar una bolsa
de yogurt de 70 centavos de CUC y mucho menos se entristece si se le
pierde una calderilla, ella tiene resueltos, sin moverse de la casa,
todos sus problemas de alimentación.

Cuando se levanta a desayunar no "dona" su pan a los hijos. Una criada
le prepara el alimento, seguro con jamón, leche, pan, jugos, etc. Tiene
asegurado el café de todos los días, muy probable de importación, quizás
le guste hasta el Pilón o La Llave de Miami y lo mande a buscar.

No tiene que preocuparse por la hora en la que supuestamente pasa el
ómnibus para ir al trabajo; en primer lugar, porque no marca tarjeta, y
en segundo debido a que un auto moderno le permitirá llegar a su destino
laboral, sin siquiera tener que sudarse y empujar a la gente para entrar
en la guagua.

Podría seguir imaginando cosas que todos sabemos forman parte del nivel
de vida de la alta jerarquía gubernamental, pero se lo dejo al lector
para que así podamos compartir esta parte de ¿ficción?

Source: Las dos Marielas | Cubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/las-dos-marielas/