sábado, 8 de septiembre de 2012

Ciudadano Cero: Censo y homofobia en Cuba

Ciudadano Cero: Censo y homofobia en Cuba
Publicado el Sábado, 08 Septiembre 2012 06:16
Por Norge Espinosa Mendoza*

No voy a estar en Cuba mientras el fragor del nuevo Censo de Población y
Viviendas vaya puerta por puerta. Me perderé la oportunidad, entonces,
de recibir a la persona que irá a mi casa para convertirme en un número,
en una estadística que algo dirá sobre lo que somos en Cuba ahora mismo.

Un número tras el cual estará la biografía de todos los que hagan ese
gesto, con la esperanza de quedar como una marca en el mapa vivo del
país. Hace ya varios meses nos habían advertido que las relaciones entre
personas del mismo sexo no estarían contempladas en dicho repaso, que
los homosexuales y lesbianas que tuvieran el arrojo de asumir la
naturaleza de sus enlaces ante los encargados de esta operación,
quedarían encubiertos por una voluntad nada relacionada con lo poco o lo
mucho que hemos ido ganando sobre todo a partir del 2008, cuando comenzó
a reconocerse en Cuba el Día Mundial de Lucha contra la Homofobia y
parecieron removerse ciertos pedazos de la moralina tropical para que
tuviéramos un rostro en ese mismo conglomerado que bajo el sol ardiente
y tantas circunstancias que a otros pueden parecer insólitas, nos unen
en diversos tipos de batallas.

Una carga de oscuridad

La negativa de la oficina que realiza el censo a asimilar la verdad de
estas parejas se escuda en la impersonalidad de las cifras, en el simple
conteo, pero como han detectado varios activistas, es una maniobra que
genera una mayor carga de oscuridad sobre lo que creíamos ganado. La
cadena de contradicciones, demoras, esperas vacías, que sigue atentando
en la Isla contra el reconocimiento natural y pleno de un hecho que
sería ridículo negar ya, gana con este elemento un nuevo punto de apoyo,
al que deberían haber respondido ciertas instituciones relacionadas con
este batallar, y que no se han expresado como sus agendas debieran
confirmarnos. En otros sitios del mundo, esto bastaría para que hubiera
alguna protesta ante la fachada del organismo que emite el censo. En
Cuba, nos queda el estrecho margen que blogueros, activistas,
periodistas muy comprometidos, quieran dilatar para que esta estrategia
no los reduzca a simples dígitos.

¿Qué puede significar en Cuba estar al margen de lo que el Censo
representará, si esta no es más que otra fórmula de invisibilización
acerca de la calidad y las carencias auténticas de lo que somos? Poco o
mucho, porque el censo puede ser apreciado solo como dato frío, pero
también exigiría un grado de responsabilidad hacia esos rostros, esas
parejas, esas vidas que se enfrentan diariamente a la homofobia
institucionalizada, la misma que apela a estos actos para recordarnos su
peso. La ingenuidad no debiera acompañarnos para que recibamos
pasivamente este tipo de rechazos. Vivir en Cuba da el derecho a todos
sus ciudadanas y ciudadanos a estar ahí, en ese conteo, y más, nos da el
derecho de reconocer el modo en que vivimos por encima de estrecheces
tanto morales como económicas, en pro de un respeto básico a la
individualidad que encarnamos ahora mismo en la Nación. El dejo político
que se oculta tras esta nueva negativa, el retardamiento de un punto de
asunción que algunos han manejado con veracidad y otros hipócritamente
cuando se acercan ciertas fechas y parece estar bien, ser correcto,
hablando de la supuesta capacidad ya ganada para que tengamos como una
pieza más en nuestro entorno a gays, lesbianas, transexuales, pacientes
de VIH/Sida, etc., nos recuerda cuánto falta en el país para que en
verdad seamos algo más que un número, una mano que se levanta junto a
otras unánimemente en gesto mecánico, una voz confundida con las otras
voces.

Inquietar a los censores

Lo conseguido en esta lidia no debiera reducirnos a Ciudadano Cero, de
ahí mi apoyo a las ideas que varios de estos activistas han ido
disparando contra el silencio que emanaría de esos reportes. Seguir
callados o cruzados de brazos ante la manera en que nos anulan, nos
editan como a ciertas escenas de seriales televisivos, nos mezclan
impunemente con otros conceptos sin haber siquiera indagado en lo que
quisiéramos o no participar, es una actitud a la que hay que enfrentar
con radicalidad e inteligencia. Incluso cuando, como ahora, ya ha bajado
por mandato el concepto de registro para este censo, y parezca imposible
torcer el criterio retrógrado con el que, evidentemente, se sigue
pensando la realidad en ciertas esferas.

El censo es apenas un símbolo de ello, y aunque parezca ingenuo colgar
una bandera del arcoiris en un punto visible de la casa para al menos
inquietar a los "censores", va mi apoyo por esa provocación. La vida
cubana, la que se explica en términos oficiales, está necesitada de
ello. No quiero ser un Ciudadano Cero. Ni siquiera ahora que, por unos
meses, estoy fuera de mi país, donde me repito una y otra vez aquello de
"I am what I am".

Es lo que lamento al no poder abrir la puerta a quien quiera saber quién
soy, con cuántas personas vivo, mi edad. Etcétera. No quiero ser un
número. Pero si quiero ser una persona dispuesta a reconocer lo que soy,
y que no se me arrebate mi derecho al deseo. A desear el cuerpo que se
me antoje. Me hubiera encantado recibir a ese hipotético encargado del
Censo envuelto apenas en mi bandera cubana.

*Poeta, dramaturgo y estudioso del teatro, residente en Cuba. Se
encuentra actualmente en Miami como invitado al Festival Internacional
del Teatro de Virgilio Piñera. Este artículo fue escrito para el
Proyecto Arcoiris y facilitado por el autor para su publicación en
CaféFuerte.

http://cafefuerte.com/opinion/opinion/puntos-de-vista/2170-ciudadano-cero

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